Así empieza Fuan no Tane, película nipona del año 2013 basada en el manga “Semillas de Ansiedad”, cuyo tercer volumen de ECC, que hoy nos ocupa, tiene idéntica apertura. El largometraje, con más voluntad que presupuesto, acierta en la conversión al celuloide de la colección de microrrelatos creada por Masaaki Nakayama porque traslada las viñetas a la pantalla de manera bastante fidedigna, utilizando un repertorio de encuadres imposibles que recuerdan mucho al manga. Sin embargo, falla en lo narrativo al dotar de un tronco común a las historias que entreteje, un iter que sirve al espectador de guía pero que desnaturaliza la obra de Nakayama.
Porque si algo queda claro tras cerrar el último volumen de Semillas de Ansiedad, es que la aleatoriedad, la posible presencia de la amenaza en todo tiempo y lugar es parte fundamental del terror de Nakayama. El mal no necesita ser lógico o coherente, las criaturas siempre están acechando, algunas incluso habitan en nuestro interior. Se acabó el verano y has ido al súper porque tu nevera está más vacía que el corazón de Montgomery Burns. De vuelta en casa, tras luchar con tus extremidades para sacar las llaves sin desparramar todo por el suelo, abres la puerta y…BOOO! Tus primos de Talavera siguen en tu casa y han cambiado las chanclas y el bañador por una rebequita. Las vacaciones eran una excusa, han venido para quedarse. Este tipo de terror, inesperado e inmisericorde, vuelve en “Capítulos de la conclusión”, título del tercer volumen.
“Talentos”esconde de más miga. Los seres siguen ahí en todas las formas imaginables, pero ya no asustan, turban. Sus objetivos han aprendido a coexistir con ellos, a soportar la tensión y evitársela a los demás. Como solución a largo plazo es difícil que funcione, pero para salir del paso parece valer.
“Rumores”, como se puede intuir, vuelve a las leyendas urbanas más clásicas como fuente de pavor: secuestros paranormales, hoteles encantados y fantasmas acosadores. En estos dos capítulos se concentra el tema del tercer volumen de Semillas de Ansiedad, la convivencia entre humanos y espíritus.
Si en los anteriores tomos la irrupción de estos seres rompía la normalidad sembrando el pánico, ahora se han integrado en nuestras vidas bien como acechadores de los que no podemos escapar, bien como leyendas urbanas contra las nada podemos hacer, provocándonos más ansiedad que nunca. Una gota china que antes o después cobrará su diezmo.
En el “Último capítulo”, Nakayama se lanza a contarnos su única experiencia sobrenatural, que tuvo lugar en su Hokkaido natal cuando aún era un niño. El recuerdo de aquel suceso quizá sea la clave para comprender su particular enfoque del horror.
Concluye Semillas de Ansiedad como empezó, con una propuesta ecléctica que toca diversos palos del género desde una perspectiva centrada en lo psicológico y en traer a lugares supuestamente seguros el peligro de lo incognoscible. Un trío sin principio ni final al uso que consigue dejar en el lector una huella de intriga y ansiedad de la que siempre quieres más. Vuelve pronto, Nakayama.