Por si fuera poco, Kiri da a luz a un heredero de Shingen, nacimiento que se festeja con más alegría y pompa que los de los hijos que dio Sanjô al Tigre. Las semillas de una gran tragedia en el clan Takeda se siembran.
Pronto aparecerá el vetusto monje Kaizen, que escudriñará en los asuntos y almas del clan Takeda, advirtiendo a Kansuke, la mano derecha del tigre, que tenga cuidado urdiendo sus tramas y al propio Shingen que actualice las leyes y la moral del clan a los tiempos que corren. Y, sobre todo, que ondee un nuevo estandarte, un nuevo símbolo del renacer y la fuerza de Takeda.
Las palabras de «El arte de la guerra» de Sun Tzu que Shingen escogerá encierran una fuerza inconmensurable que lo convertirá en uno de los iconos más reconocibles del periodo Sengoku (y que a los lectores de otra gran obra del Dúo Dorado: Hanzô, nos produce auténtico pavor): Fūrinkazan (Veloz como el viento, silencioso como el bosque, feroz como el fuego, sólido como la montaña). Precisamente el nombre del primer arco argumental de esta serie.
El segundo capítulo del tomo se llena de batallas, asedios, escaramuzas y estrategia. Tal vez demasiado. Las páginas pasan y pasan con cargas de caballería, katanas desenvainadas, castillos ardiendo y mucha sangre, todo bajo el nuevo estandarte del clan Takeda.
Por suerte quedan muchos momentos destacables entre tanta confusión bélica: el desastre de la primera derrota de Shingen, con el tigre cuestionándose su cerebral estrategia y viendo en sí mismo la sombra de su desalmado padre, la conversión del Tigre en monje bonzo, o la aparición de un temible adversario bajo la figura de Murakami de Shinano, un hábil estratega que se aferra a la frugalidad y el celibato, poseedor de una moral intachable e incuestionable cuyos dos filos pueden ser determinantes en el futuro de los Takeda.
Pero si algo empaña el presente de Shingen Takeda es la enfermedad de la dama Kiri, a quien ama con ternura…
Sin embargo, en la segunda mitad del tomo se amalgaman las batallas y asedios, repitiendo esquemas y fórmulas, estrategias y combates, hasta convertirse incluso en una mera enumeración. No sé si se da prisa por contarlas o si es que quiere mostrar a la guerra como algo tan confuso, pero al final se convierte en un lapsus entre conflictos personales de Shingen, más que en el eje de la historia, pero aún asi nos brinda momentos emocionantes.
Kojima cumple con el apartado gráfico, capaz de moverse entre lo cotidiano y lo extraordinario, entre el drama personal y las batallas de miles de combatientes. Ejecuta más de un splash page cuya impresión coge de imprevisto al lector, más aún cuando no se profusa en ellas. No es su obra maestra, pero su técnica es tal que el resultado va mucho más allá de lo que cualquier otro pudiera ofrecer.
¿Será la guerra directa el camino hacia Kioto y el poder? ¿Cómo afectará a Shingen la enfermedad de la dama Kiri? ¿Podrá enfrenarse con éxito al a dura amenaza que supone Murakami?
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