Tiemblas. Sientes las miradas de todos sobre ti, las gotas de sudor que resbalan por tu rostro. Pero no eres capaz. Por más que te esfuerces, de tu garganta solo salen ruidos incongruentes. Y entonces escuchas las risas, las burlas. Y el pánico se apodera de ti, y callas. Callas para no tener que soportarlo más. Hasta que tu voz termina por apagarse.

¿Qué es lo que pasaría si no pudieses pronunciar tu propio nombre?

Esta es la premisa que plantea Shino no es capaz de decir su propio nombre, uno de los mangas de tomo único que llegó entre las novedades de abril de Milky Way. Shuzo Oshimi (ya conocido por mangas como Las flores del mal o Cibercafé a la deriva) vuelve con una obra basada en su propia experiencia. En ella seguimos a Ôshima Shino, una joven estudiante con problemas de comunicación. Dificultades que le complican hablar con la gente, por lo que casi siempre está sola. Pese a todo, consigue hacer su primera amiga desde que entró en el instituto. Y, con absoluta torpeza y cometiendo muchos errores, empieza a comunicarse con ella, y, a través de la música, juntas hallan nuevas formas de expresarse, de abrirse al mundo que hay a su alrededor.

Lo primero que sorprende de este manga es su realismo, pues muestra con crudeza y sin poesía alguna las dificultades que tiene una persona como Shino para enfrentarse a su día a día, para construir relaciones personales: algo tan sencillo como presentarse o contestar una pregunta en clase se convierte en un suplicio, agravado por las burlas de sus compañeros y la trivialización de los mayores. Y el lector ve muy de cerca como la protagonista sufre y se debate y lucha consigo misma, muchas veces sin recompensa alguna.

El manga toca temas como la inadaptación social, el aislamiento, la soledad, la invisibilización y, en menor medida, el bullying. Pero se centra más que nada en la superación y la aceptación de uno mismo y de las propias taras, lanzando un mensaje, en definitiva, esperanzador.

No hay mucho más que decir sobre una trama bastante sencilla, que no cuenta con grandes giros argumentales ni mayores sorpresas. No obstante, es una obra valiente, que busca visibilizar a través del impacto. Y lo consigue con creces.

Sus personajes se sienten muy reales, todos tienen sus propios objetivos, sus problemas y sus luchas internas. Sus interacciones son naturales, y sus sentimientos y reacciones, creíbles. Con tan solo un puñado de ellos el autor te sumerge en la historia de forma muy empática. Es imposible no conectar con Shino, y a medida que te adentras en el manga deseas con mayor fuerza que, a pesar de todo, sea capaz de superarlo, de superarse a sí misma. Y Kayo arrolla con su fuerza y su valor, proporcionándole a su amiga siempre un punto de apoyo.

Todo este realismo no sería posible sin el estilo gráfico de Shuzo Oshimi: directo y sin adornos, un poco sucio y deforme en las ocasiones en las que necesita mostrar la dificultad de Shino para hablar; momentos en los que el dibujo impresiona muchísimo, y que el autor capta con un grafismo casi doloroso.

En cuanto a la edición en sí, no podría ser de mejor calidad: la sobrecubierta tiene un diseño sobrio que pega mucho con la historia del manga, con un fondo gris con un precioso acabado metálico. El manga supera las 200 páginas de buen gramaje, incluyendo al final una explicación del autor sobre cómo su experiencia inspiró este manga.

En resumen, Shino no es capaz de decir su propio nombre es un manga realista e impactante, que sabe visibilizar las dificultades que deben afrontar quienes cargan con problemas sociales o de comunicación, acercar al lector una problemática que para muchos será algo desconocido, ajeno o trivial. A su vez es una obra esperanzadora, una obra sobre esa superación que, independientemente de cuáles sean nuestros demonios internos, todos perseguimos. Que impresiona y te deja un sabor agridulce, pero que también considero necesaria para dar voz a una minoría que, a veces literalmente, no la tiene.

Cris Carou
Profundamente enamorada de las historias y de cualquier formato que sirva para contarlas (especialmente el papel). Cuando no estoy creando mis propios mundos de fantasía, analizo y reseño los de los demás. Admito dragón como animal de compañía.

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