―Oh, sí, ―concedió ella―. Goering comprenderá. También comprenderá que si nos fuerza aceptaremos menos y luego aún menos y por fin… (…) Creo que Von Lessinger tenía razón en su resumen final: nadie debería acercarse al Tercer Reich. Cuando se trata con psicóticos uno se contagia y se vuelve también un enfermo mental”.

 

 

¿Resucitamos a Goering? Un argumento de lo más disparatado

Pongamos que en el siglo XXI todo se tuerce de manera catastrófica. Los Estados Unidos han incorporado a Alemania a su nación y la Unión Soviética sigue existiendo y conformando un bloque aparte. En este siglo XXI, los habitantes de los EUAE (Estados Unidos de América y Europa) de «Simulacra» viven divididos en edificios-estado, donde se desarrolla la mayor parte de sus vidas y se toman las decisiones más importantes mientras se aguantan festivales de talentos vecinales o exámenes para poder seguir habitando una cotizada casa de estos edificios.

Existen también misiones a un Marte poblado por androides y solares móviles que venden naves chatarra para aquellos que no pueden aguantar más la vida moderna y deciden escaparse al planeta rojo. Hay gente con habilidades psicocinéticas, imitaciones robóticas de todo tipo e incluso unas molestas moscas que no son más que anuncios móviles de una compañía.

Sin embargo, todo eso se queda corto en el gobierno de Nicole Thibodeaux, la Primera Dama, ascendida a jefa suprema de los EUAE gracias a sus continuos matrimonios falsos con androides que simulan ser presidentes de gobierno y no representan más que una pantomima. Nicole, adorada por todos y eternamente joven pese a llevar más de 80 años en el cargo, tiene un plan secreto, resucitar a Goering, evitar el Holocausto y gobernar para siempre los EUAE.

El pianista psíquico y otros monstruos

Philip K. Dick fue un genio y mucha de su genialidad está en los personajes que consiguió crear en cada una de sus novelas. En «Simulacra» no vas a encontrar personas normales, no, Dick era especialista en crear monstruos, quizá de andar por casa, pero monstruos que nada tienen que envidiar al de Frankenstein.

En “Simulacra” encontramos desde un pianista psicocinético que, aunque tiene manos, no las utiliza para crear su arte y que además padece de hipocondría muy severa:

“Ese era el problema de los olores fóbicos; una vez adquiridos permanecían, incluso progresaba su terrible poder (…) Y al mismo tiempo sabía que el olor era una ilusión, que realmente no existía; era solamente una idea obsesiva”.

Pero también nos describe a dos hermanos enfrentados por trabajar en corporaciones rivales, un psicoanalista, el último de los EUAE, que ve cómo le cierran el negocio porque la empresa A. G. Chemie se ocupa de todos los casos psicológicos y psiquiátricos y que vive torturado porque sabe que aún le queda por atender a un último paciente misterioso legalmente; el habitante del Abraham Lincoln que hace trampas en los exámenes para ayudar a sus vecinos; el grupo de jarras musicales cuyo único propósito en la vida parece ser agradar a Nicole Thibodeaux en una audición o el vendedor de un solar de chatarra que intenta controlar a la gente mediante un mecanismo marciano.

La especialidad de Dick son los personajes y en “Simulacra” consigue una caterva espectacular que hace que la obra atrape la mente del lector de principio a fin de su locura.

 

Simulacra: Un futuro con un apocalipsis de andar por casa

Por la mente de Dick pasan, a lo largo de sus libros, una serie de postapocalipsis caseros en los que la Humanidad no solo ha colonizado otros planetas o realizado grandes batallas intergalácticas sino que, para el genio, ni siquiera eso importa y se menciona de soslayo. Dick es especialista en tostadoras asesinas, robotijos rebeldes que pueden asesinarte al mínimo descuido en la limpieza del hogar, muy en sintonía con lo que podemos ver en algunos y geniales capítulos de “Love, Death and Robots”, para mí clarísimamente inspirada en los relatos cortos y algunas novelas de Dick.

En este futuro en pantuflas nos encontramos con que el mayor ansia del gobierno es resucitar a Hermann Goering para que el Tercer Reich sea eterno pero cambiando, si es posible, los fallos de Hitler, previstos mediante una máquina del tiempo que permite conocer también las alternativas viables de la Historia y el futuro. Un trámite escandaloso pero que nadie conoce y con una población abotargada intentando complacer a la Primera Dama, una suerte de Jackie Kennedy eterna, que es la que verdaderamente maneja los hilos por mucho androide presidencial masculino que ejerza el título de presidente.

La productividad de Dick y sus novelas menores

A estas alturas de la película es imposible que alguien dude de la genialidad y maestría de Philip K. Dick. En él se han basado películas, otras obras literarias, infinitas series de televisión, etcétera y una buena parte de ellas han conseguido un éxito sustancial.

Entre 1963 y 1964 Dick tuvo un pico de productividad en el que llegó a escribir 11 novelas, consideradas como “menores” por la crítica. Y yo, gran fanática del autor solo puedo decir que de menores nada, puesto que “Dr. Bloodmoney o cómo nos las apañamos después de la bomba” y “Los tres estigmas de Palmer Eldritch” fueron nominadas al Premio Nebula en 1965; “Aguardando el año pasado” fue escogida por The Library of America como una de las cinco más representativas del periodo; y las otras, no premiadas, son conocidas por el público y han tenido una buenísima acogida incluso ahora, 60 años después: “La pistola de rayos”, “La penúltima verdad”, “The Crack in Space”, “Jugadores de Titán”, “Los clanes de la Luna Alfana” y, por último, «Simulacra». Dick era una máquina en constante ebullición, con una imaginación desbordante ayudada por las drogas y en cualquiera de sus libros se puede encontrar una inspiración, un detalle loco que hervía en su cabeza que hace que incluso la más pequeña, más corta, más insignificante de sus obras sea un tesoro de la ciencia ficción mundial.

«Simulacra» fue reeditado el 12 de mayo de 2021 por Minotauro. Cuenta con la traducción de Rafael Marín y pertenece a la colección «Bibliotecas de Autor».

Porque nos gustan las batallas espaciales pero un apocalipsis que nos pille con los rulos y en zapatillas de cuadros y bata, también nos viene bien.

Natalia Calvo Torel
Escribo, transcribo y traduzco cuando no estoy aspirando pelos de mis gatos, aunque de verdad soy arqueóloga medievalista. Trabajo en la organización de la Semana Negra de Gijón y os cuento mis historias en Fantasymundo desde 2005. A veces logro que la pila de libros pendientes baje un poco, aunque necesitaré una casa nueva en breve. ¡Aúpa ahí!

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