En un inicio nos encontramos a Sinestro, como siempre, maquinando algo. Algo muy grande y complejo, que por lo que parece, aún tardará un tiempo en explotar (como viene siendo usual con Cullen Bunn cuando se pone a los lápices de los Lanterns).
Sinestro deberá lidiar a la vez con varios problemas: Su hija, los korugarianos, y, si, un traidor infiltrado entre su equipo de confianza, sus Lanterns más cercanos.
Mientras maneja esta peculiar situación, Sinestro va trazando lentamente un plan, cuyo detonante es la desaparición de los Green Lantern, de la que ya hemos sabido anteriormente gracias a Green Lantern: Ejercito Perdido (en las últimas grapas de Green Lantern de ECC). Con los sectores espaciales libres de sus mayores enemigos, Sinestro quiere expandir su control al antiguo custodio de los portadores del anillo verde, todo por su retorcido sentido de la justicia, donde el control absoluto a través del miedo salvará y liberará al universo de cualquier mancha de crimen. Para ello, contará con una herramienta a la que los Guardianes de Oa renunciaron, pero que resulta tan terrible que Sinestro no puede sino adueñársela y mejorarla. ¿Podéis adivinar de qué se trata?
Sin embargo, el gran líder de los Sinestro Corps no podrá concentrarse plenamente en sus planes mientras no solucione un par de minucias. Una de ellas, la fusión de un reactor en el núcleo de Nuevo Korugar, el planeta que Sinestro habilitó para su gente. ¿Lo peor de todo? El responsable debe ser uno de sus Corps más cercanos.
Esos problemas, en lo que cabe, solo le afectan a él (o a los que pueden morir por la explosión del planeta), pero hay algo más grande que realmente interfiere en sus planes, algo de lo que no tiene tiempo de encargarse. Los otros Corps. ¿O acaso pensabais que iban a quedarse de brazos cruzados mientras Sinestro expande su imperio del terror?
Sinestro recurrirá, después de un desagradable incidente entre ellos, a Lobo, el asesino más letal del universo, quien, incentivado por el líder de los amarillos, dará caza a los líderes de los otros Corps. Desde Saint Walker, el último de los portadores del anillo de la esperanza, hasta todo el equipo de los Red Lantern, de los cuales no sabíamos casi nada desde que Guy Gardner se separó de ellos, pasando por la Tribu Índigo.
No sé si será porque el guión de los capítulos de Lobo han sido escritos conjuntamente por Cullen Bunn y Frank Barbiere, pero la parte de los Red Lantern puede chirriar mucho a quienes, como un servidor, leyesen la serie propia de los Lanterns de la Ira.
Atención que pueden venir spoilers, muy ligeros de este tomo, pero algo más intensos sobre la serie de Red Lantern (ya acabada). No entiendo cómo ni por qué Atrocitus vuelve a ser el líder del Corps, después de la terrible batalla y la rebelión que protagonizaron en los últimos números de esta serie contra él.
Y no solo eso, la seña de identidad de este Corps que era (con la excepción de Rankorr y quienes probaban su sangre) no poder hacer constructos, sino vomitar y disparar la sangre corrosiva, también se ha perdido, pues ahora todo el mundo, incluidos quienes acaban de convertirse y aún no deberían tener control ninguno sobre sus poderes, logran hacer constructos tales como una armadura y una lanza. No, no un traje de Corps, una armadura con lanza y escudo.
Fin de los spoilers.
Salvando eso, que a mí, como buen fan de esa serie de la franquicia que soy, me afecta de más, el tomo es muy interesante. Plantea las cosas con tiempo y las deja desarrollarse.
Los personajes se van desarrollando a fuego lento, pero con cariño, introduciendo algunos nuevos bastante interesantes. Y Lobo encaja muy bien en la franquicia de los Lanterns. Ya lo vimos fugazmente en las páginas de Red Lantern en su día, pero ahora podemos verlo plenamente involucrado en varios Corps, siendo carne de prácticamente todos ellos.
Al final, todo parece denotar que Lobo saltará a las páginas de otra serie de la franquicia. ¿Encajará igual de bien encarando a Hal Jordan que como ha encajado aquí? Pronto lo sabremos.