Sinsonte es un lujo por partida doble; primero porque permitirá descubrir, o redescubrir según el caso, a un reconocido autor del siglo XX como es Walter Tevis. En segundo lugar, por contar con el lujo de la traducción del, seguido por muchos, escritor Jon Bilbao, habitual de la Editorial Impedimenta. Por lo tanto, La Nave en su programa de hoy os sugiere esta interesante propuesta de cómo podría ser el futuro para los humanos y… los robots.
La desesperanza de la Guerra Fría
Que vivimos tiempos de incertidumbre es lo mismo que augurar tormenta viendo un cielo plagado de negros nubarrones. Podríamos pensar que quizá salvemos el aguacero, pero otros afirmarán que la oscuridad acabará devorándonos. Ese es el sabor que queda tras disfrutar la distopía que nos propuso este autor ya más de cuatro décadas. Al ser humano solo le restará vagar por el mundo agonizante sumido en los vapores de su sopor narcótico.
Hagamos un ejercicio de viaje en el tiempo. El último cuarto del siglo XX celebró el fin de la Guerra Fría. Décadas de constante amenaza con la posibilidad de una guerra total que terminaría con todo. El capitalismo económico se impuso desde Occidente para pocos años y crisis globales después descubrir que tampoco era la panacea. ¿Qué hacemos, entonces? Está claro que el ser humano, a pesar de que siempre en la literatura guarda un hueco para la esperanza, se ha demostrado como un exterminador perfecto. De ahí que la posible solución sea dejar el gobierno de todo a las máquinas inteligentes. Ellas, quizá, con su lógica, conocimiento infinito y desnudas de subjetividad conseguirían garantizar una vida plena y en paz al ser humano.
Walter Tevis
Nacido en California en 1928, este novelista fue un gran escritor de relatos cortos, de los que publicó más de dos docenas en varias revistas como Cosmopolitan, Esquire, Playboy o The Saturday Evening Post. Su relato The Big Hustle (1955) dio pie a su primera novela, El buscavidas (1959), de la que nacería un personaje que formaría parte de muchas de sus obras de ficción: Eddie Felson el Rápido. La primera adaptación al cine corrió a cargo de Robert Rossen en 1961, donde Paul Newman encarnó a dicho personaje. Años más tarde, en 1986, este actor repetiría al mando de Scorsese en El color del dinero.
En 1963 publicó El hombre que cayó en la Tierra, una especie de autobiografía velada sobre la infancia del autor; también fue llevada al cine, esta vez por Nicolas Roeg en 1976, con David Bowie en el papel del alienígena Thomas Jerome Newton. Actualmente podeis ver la serie de televisión en varias plataformas y de la que os hemos hablado aquí.
Walter Tevis, mientras daba clase de Literatura Inglesa y de Escritura Creativa en la Universidad de Ohio entre 1965 y 1978, se percató del bajo nivel literario de los estudiantes. Esta reflexión fue la génesis para Sinsonte (1980), que estuvo nominada a la mejor novela en los premios Nébula.
Este autor también escribió The Steps of the Sun (1983) y Gambito de dama (1983), adaptada recientemente para Netflix en formato de miniserie. Sus relatos cortos fueron publicados en la colección Far from Home (1981). Murió en 1984 en Nueva York como consecuencia de un cáncer de pulmón.
Una historia de oscuro futuro
Siglo XXV. La Tierra es un cementerio y el Empire State es su lápida. La vegetación va cubriendo los pocos vestigios de señal humana que quedan tras las guerras nucleares y energéticas. Ha sido hace tanto que nadie sabe con certeza qué pasó. ¿Por qué?
El ser humano se ha abandonado y se hunde atrapado sentado frente a las hipnóticas imágenes de la televisión y soporizados por las drogas, que además los esterilizan.
En este entorno sombrío son los robots los que trabajan. No hay lectura ni niños, y la gente opta por quemarse viva para no soportar la realidad. Es aquí donde destaca Spofforth, la máquina más perfecta jamás creada, un androide inmortal que en la actualidad es decano de la Universidad de Nueva York. Solo anhela un deseo: poder morir. Pero, no puede, su sistema operativo se lo impide. Hasta que en su vida se cruzan dos personajes: Paul Bentley, un humano que ha aprendido a leer usando unos viejos cuadernos mientras restauraba una colección de viejas películas mudas; y Mary Lou, una mujer atípica que pasa las horas en el zoo de Brooklyn admirando los animatronics de la Casa de los Reptiles. La analogía de estos dos últimos personajes de dos modernos Adán y Eva bíblicos es perfecta para el lector que llegue hasta la última página de este cuento moderno.
¿Por qué leer Sinsonte ahora?
Esta novela, estructurada en episodios donde es uno de los tres personajes el protagonista, saca a la palestra temas siempre interesantes que a través de la Ciencia Ficción hemos filosofado.
Spofforth es el robot/androide más perfecto jamás creado. Más humano que un humano, salvo porque no ha nacido, no puede morir, ni reproducirse. Ha tomado tal sentido de sí mismo que hasta interioriza perfectamente que él es el eco de su creador, quien volcó su alma y hasta recuerdos en él. ¿No os suena de unos replicantes muy famosos? Y es que a este sinvivir se suma ya no tener más sentido vital y ansiar la muerte. Es lo que tiene ser inmortal. Qué paradoja; cuántos ansían vivir y vivir más, cuando estamos creados para morir sí o sí. Es atractivo ver cómo resuelve esta papeleta el robot, rodeado de zombis y congéneres metálicos inferiores a él que poco a poco van deteriorándose. Lo que está claro es que el autor visionaba con clarividencia una inteligencia artificial que gobernará una red global muy similar a la actual. ¿Os www.suena.com?
Delegar el control absoluto en una autoridad tecnificada que obliga al mantenimiento de la Individualidad no es la primera vez que se toca. Controlemos a toda la humanidad y no dejemos que se agrupe. Así es más fácil de manipular, ¿verdad? «Es por su bien», dirá el controlador. Sí, ya. Pero, imaginad que se controla hasta la natalidad y que el ser humano, abandonado a su ensoñación no merece ni ser reemplazado. Un final de los hombres así también lo hemos visto antes, ¿verdad?
Walter Tevis se asustó por el bajo nivel cultural
El caso es que no hay nada para controlar a un rebaño humano que hacerlo estúpido y qué mejor manera que hacerle olvidar el lenguaje escrito. Quien no sabe leer, no aprende. Por lo tanto, quien no aprende, no sabe. Es entonces que quien no sabe, muere. Ojo con quien vaya en contra de la quema de libros. Lo hemos visto en el pasado, ¿verdad? Da miedito esto. ¿Las Fakes News será algo parecido? No; solo es manipulación. En fin…
Ojo; ¿qué ocurre en periodos oscuros? Pues que siempre alguien intenta darnos luz con la antorcha de un libro sagrado. No es que la religión sea mala, no. Lo que es dañino es el fanatismo religioso que nos recrea Tevis y que no nos resulta ajeno. Pobre Annabel. Es un personaje secundario que da auténtica lástima por lo real que me ha parecido.
La búsqueda de la Evasión y la mirada a otro lado impera de manera natural si se nos inyecta de la manera adecuada. Bien mediante la ingesta de drogas, bien mediante la promoción de un ocio que nos embelese (o «imbelice», diría yo). Aquí se especula con ello. Nada como una pastilla del color adecuado y a «volar». Os suena, ¿verdad?
En conclusión…
Abandono o destrucción. Qué triste dilema. En mi primer día de universidad me recordaron que la Economía existe por algo tan simple como que los recursos son limitados. Basta ver las noticias cada día para que nos lo recuerden. Guerras, Inflación, Impuestos, Desesperanza; la culpa de todo es de… Que cada uno se lo responda.
Os he resumido los palos de esta baraja. Un bonito cuento moderno el de Walter Tevis que nos rescata Impedimenta con nombre de pájaro. Leed mientras aun podamos escuchar su cantar en la linde del bosque. Siempre hay hueco para la esperanza.
Puedes empezar a leer Sinsonte aquí.