Dentro de su colección Contextos, Paidós publicó este 2009 una de las obras de filosofía contemporánea más estimulantes del año: «Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales». Las razones para una afirmación tan contundente son varias.
En primer lugar, la coherencia teórica que surge de la voz de su autor, Slavoj Zizek (Eslovenia, 1949), es de una rotundidad, claridad y provocación apabullantes. Cierto es que su posición neomarxistas y perspectiva lacaniana, con claras posiciones leninistas y antiimperialistas, no son del gusto de muchos gastrónomos y gourmets de lo políticamente correcto. Aun así, muy pocos son los que han podido discutir lo necesario de sus análisis y, en no pocos casos, la obligatoriedad de ser contundente e incisivo cuando se exploran cuestiones transcendentes de tamaño calibre.
Las soluciones que se aportan desde el pensamiento de Zizek en «Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales» están directamente relacionadas con el reverso del discurso liberal tolerante
Esto nos lleva hasta, en segundo lugar, su terrible y escalofriante actualidad. Zizek es de los escasos filósofos que, más allá de discusiones deontológicas y conceptuales, se atreve a utilizar la filosofía de prisma desde el que observar y analizar las más profundas catacumbas de lo social. En este libro conecta la realidad de las calles con las ideas expuestas en otro magnífico ensayo suyo, «En defensa de la intolerancia» (Sequitur, 2007), para observar los vergonzantes actos de hipocresía y cinismo, xenofobia y racismo, rencor y odio, que ponen en crisis de credibilidad a las presuntas comunidades liberales y tolerantes del occidente capitalista.
En tercer lugar, la perspectiva desde la que Zizek nos obliga a mirar tiene un valor intrínseco mayor en cuanto nos lleva a hablar no sólo de lo que pasa ahí fuera, sino también de nuestro papel en hacer que así sea y permitir que pudiera seguir siendo. En su opinión, es cierto que los mecanismos de poder están construyendo un lenguaje incoherente y enrevesado que infunde miedo a la otredad a través de conceptos tramposos como el de “tolerancia”. Pero también lo es que nuestra aceptación indiscutida, casi ciega, de ese lenguaje y su miedo subterráneo, y la violencia consecuente con una otredad malvada y perversa, dañina en cuento distinta, nos convierte en cómplices de lo que pasa, de lo que eso implica y de lo que ello genera.
Seis perspectivas distintas
Estas seis reflexiones exploran, desde seis perspectivas distintas, el origen, significado y consecuencias de este estallido de violencia hipócrita. La denuncia de un liberalismo que, presionado en su base conceptual por el proceso de construcción del ‘ego’ y del ‘alter’ que la convivencia pone en marcha, se muestra mucho más frágil y tendente a la ruptura del consenso liberal, de lo que sus formas adquiridas -tendentes a la reivindicación pomposa del anarquismo insolidario y dominante, convenientemente disfrazada de individualismo bondadoso- parecían dar a entender.
Las soluciones que se aportan desde el pensamiento de Zizek están directamente relacionadas con el reverso del discurso liberal tolerante. Si es la aceptación del miedo y la hipocresía lo que lleva al ‘ego’ a ver monstruos donde sólo hay un ‘alter’; es la deconstrucción de esta monstruosidad a través de nuestro conocimiento y su reconocimiento la que corrige la deformidad de la lente desde la que observamos la realidad. Si es la violencia una consecuencia de esa aceptación, y la causa para que lo deforme se convierta en real por la fuerza de los hechos consumados; es la no-violencia o la no-acción la forma más eficaz y revolucionaria para denunciar ese discurso falsario y evidenciar lo miope de nuestra lente.
Un desenfoque cultural
El análisis de Zizek desde un enfoque cultural ha sido una espita que, abriéndose progresivamente con el paso del tiempo, y en parte impelida por la escandalosa sucesión de los hechos vergonzantes que el libro ausculta, ha estallado también este año en otro ingente número de trabajos que afondan en el lado oscuro del discurso dominante occidental. Con todo, quizás el de Zizek sea el único que, además de una propuesta de análisis del problema y una vía para la solución, sobre hechos contemporáneos por todos conocidos y que a todos nos atañen, muestra la honestidad de sacarnos el espejo y mostrarnos como, por mucho que queramos permanecer alejados o ignorantes, todos somos tan partes del problema como imprescindibles para la solución.