En tiempos en los que la labor periodística se encuentra -con razón- devaluada y en entredicho, no sólo en España sino en todo el mundo, algunos profesionales aún marcan la diferencia, y se atreven a jugarse el tipo, en la calle y en los despachos, con el fin de mantenernos informados de lo que sucede cada día. Estos periodistas aún mantienen espíritu crítico, altura de miras y un valor que antaño era más común y más apreciado por la ciudadanía. Hoy día, la sociedad española parece huir de la verdad desnuda, ya sea por filiación a una ideología concreta e inamovible o por la apatía y el hartazgo, derivados sobre todo del dominio omnipresente de la corrupción, las amenazas a los derechos fundamentales, y la degradación hasta la náusea de expresiones como “democracia” y “libertad de prensa”. Los propios periodistas también se encuentran presionados o coaccionados en sus redacciones, y tienen miedo a perder su puesto de trabajo si son demasiado combativos.
Sin embargo, a Diego Carcedo (Cangas de Onís, Asturias, 1940), veterano periodista e historiador, nadie puede acusarle de sucumbir a las presiones o de timorato, y pertenece a una especie de periodistas que, aún teniendo muy presente el miedo, se atreven a escarbar hasta hallar la verdad, por incómoda que sea. Desde Vietnam a Centroamérica, Oriente medio, la Revolución de los Claveles en Portugal, Camboya, Perú, Mali, Uganda… Diego ha sido testigo de guerras, golpes de estado, conferencias de paz y terremotos, pero también de refriegas en los despachos, censura, presiones y robos. Ha trabajado con figuras míticas de la profesión, como Miguel de la Quadra-Salcedo, Manu Leguineche y Vicente Romero, y ha tenido frecuentes encontronazos con políticos, tanto en su labor como director de los servicios informativos de RTVE y de RNE, como en su labor a pie de calle. Es presidente de la Asociación de Periodistas Europeos, columnista y conferenciante habitual. Es también autor de varios libros y ganó el Premio Espasa de Ensayo en 2011.
En “Sobrevivir al miedo” (Ediciones Península), Diego Carcedo nos presenta anécdotas relacionadas con el horror acumuladas durante más de 50 años de periodismo, y en algunas de las cuales salvó la vida por muy poco margen. Sin embargo, su autor no sólo nos transmite sensaciones relacionadas con la amenaza a la propia integridad física, sino también con el desasosiego que producen otras situaciones relacionadas con conflictos armados o desastres naturales, sucesos que sacan lo peor y lo mejor de aquellos que los protagonizan o que se ven afectados de forma colateral, y cuyos recuerdos le han dejado una huella indeleble, perturbando su conciencia.
El miedo a la propia conciencia
Con anécdotas terribles, cómicas o impactantes, Diego nos introduce en el mundo del periodismo de altura, testigo directo de una época convulsa en lo social y en lo político, en la que la realidad superó con creces a cualquier ficción. Pese a haber superado el miedo a lo largo de su vida profesional, el protagonista de este anecdotario resta mérito a este hecho, y atribuye a la pura suerte su supervivencia física. El auténtico miedo, comenta, proviene de la propia conciencia, de la certeza de haber fallado, a uno mismo o a otros, y haber provocado consecuencias inesperadas que afectan a terceras personas, a veces de forma terrible. El verdadero horror, asegura, es un reto cotidiano y un mérito para personas que “sufren enfermedades, los que temen quedarse sin empleo o para aquellos que ven nacer a un hijo con alguna discapacidad”. Y se ha encontrado con él durante sus viajes, en campos de refugiados y en general en lugares en los que la pobreza o la exclusión eran moneda común.
“Sobrevivir al miedo” nos habla de una carrera periodística y de la Historia con mayúsculas, pero sobre todo de la naturaleza humana, de cómo nos comportamos en situación límite, y cómo conservamos la cordura. Estamos ante un compendio de veinte anécdotas elegidas según su autor al azar, que desmitifican la labor del reportero de guerra y nos acercan al contexto de cada uno de los sucesos que motivaron la cobertura periodística de turno, pero también a la idiosincrasia de países, personas y conflictos en todo el globo. Diego Carcedo, como testigo de excepción en varios de ellos, consigue, con su particular estilo narrativo, que logremos apreciar cómo lo cotidiano -y el miedo relacionado con él- supera a menudo al peligro derivado de las balas silbando a tu alrededor, cómo la conciencia sufre más que el cuerpo. Sobre todo si no te alcanzan los proyectiles, por supuesto.
Vietnam
De rápida y ágil lectura, este libro nos introduce en varios conflictos, y de especial interés es el testimonio de lo que ocurrió el 29 de abril de 1975, día en el que el pánico se apoderó de Saigón, y los estadounidenses tuvieron que huir apresuradamente de un Vietnam sumido en el caos tras la acometida final del Viet Cong. Allí estaba Diego Carcedo con su equipo (García Llamas y José Manuel Reverte), y en este libro nos cuenta sus impresiones, rodeados por otros periodistas, refugiados, los Marines estadounidenses y algunos miembros del ejército survietnamita, huyendo precipitadamente de Saigón sin que los planes previstos pudieran cumplirse, abandonados a la inevitable improvisación.
Es sencillo recomendar la lectura de “Sobrevivir al miedo”, tanto a profesionales del medio, como a aficionados a la Historia o a las anécdotas jugosas. Un volumen narrado con frescura, a ratos terrible, a ratos hilarante y a veces absurdo, como lo es la propia realidad que describe. Una pizca de auténtico periodismo nunca viene mal, sobre todo en tiempos en los que políticos y empresarios han secuestrado una noble y digna profesión hasta convertirla en una caricatura servil. Carcedo y otros periodistas más jóvenes que hoy siguen esta valiente tradición nos recuerdan el valor que tiene contar la verdad, atreverse a narrar lo que ocurre tras los velos que a veces la ocultan. No se lo pierdan.