No voy a dedicar tiempo a analizar en detalle la obra. Tampoco explicaré mucho el argumento. Esto es una reseña para quienes hayan leído la novela, sinceramente. Estaría bien que también sirviera para disuadir a algunos de comprarla, pero desconfío de mis habilidades en ese área. La cosa es sencilla, esto es una obra de ficción basada en la vida de la autora, hija de la fallecida y destacada Esther Tusquets. En ella narra los huecos dejados por la marcha de su madre mientras intenta provocar la muerte por asfixia intelectual del lector al retratar una personalidad absolutamente insulsa. Ofensiva incluso, pero a eso iremos más tarde. No es casualidad que la segunda obra de Busquets se publicara en una editorial como Anagrama. Pero no voy a usar mi palo de azotar para atacar a la editorial, que tantas horas y momentos de disfrute me han proporcionado con elecciones más acertadas. Un mal parto lo tiene cualquiera.
Está claro que el apellido materno ha jugado aquí un papel protagonista tanto en la elección de editorial como en el del éxito de ventas. No empleemos, por favor, el argumento de que la autora publicó con el apellido del padre en exclusiva, pues cualquier lector asiduo sabrá lo poco que tardaron los medios especializados en hacerse eco de que la hija de Esther Tusquets había publicado un libro en Anagrama hablando precisamente del fallecimiento, del duelo, del vacío dejado por su madre. Y de paso esta buena mujer aprovechó para aburrir con una prosa a la que le falta entrenamiento y una protagonista —el resto son solo figurantes que sirven para aderezar su ególatra— tan despersonalizada y vacua como el más vulgar adicto a colgar selfies en su perfil de Instagram. Y claro, las hordas de lectores se abalanzaron a por los ejemplares que con una buena campaña de propaganda ya se habían vendido antes incluso de entrar por las puertas de las librerías.
"También esto pasará" no lo hace deprisa, se regocija en congelar el tiempo del lector en parafina. Un lector que tiene que ver cómo la protagonista achaca todos sus males, sus defectos, sus cualidades y sinsentidos de su vida a la fuerte personalidad de su madre. Esta protagonista que se comporta como una niña grande, que lo cura todo con sexo y que en ningún momento hace una aportación que ayude a comprender por qué dedicarle 172 páginas. Me resulta demasiado incómodo leer sobre un personaje que soporta tan poco su propia presencia que requiere de otras para paliar el silencio de sus pensamientos. Francamente, en ocasiones me decía a mí mismo que lo que leía había sido escrito por tronistas de Telecinco y no por alguien que venía de un ambiente artístico y cultural tan rico como el que envolvió a Esther Tusquets. ¿Qué dicen a esto los defensores de la importancia del ambiente en el desarrollo y expresión de genes determinantes de la personalidad?
La discusión y el desarrollo del "yo" a lo largo de toda una novela no es nada nuevo en la literatura ni, por supuesto, es algo que ya esté dado de sí. Es un tema tan rico y amplio como lo sea la personalidad del autor. El problema aparece cuando esa persona resulta ser una criatura pija, ignorante, aburrida y vacía —mentalmente, espiritualmente o de cualquier otro receptáculo que el lector acepte para colocar la individualidad humana. Alguien se refirió a la novela con la expresión "brilli, brilli", probablemente para hacer referencia a los reflejos proyectados por las lentejuelas de ciertos grupos sociales alejados del común de los mortales y que muchos a día de hoy creemos extintos —ilusos—. Estaba en lo cierto. Otra persona empleó la expresión "snob", quizás como alusión a la forma de reflejar un estilo de vida despreocupado y alejado de la realidad, en el que asuntos como la economía pasan a formar parte del folclore pijopopular. Yo tengo otra palabra más para alcanzar la trinidad, rancia. Así, con esas tres palabras queda grabada en mi memoria la obra de Milena Busquets y su desempeño en la escritura, al menos hasta que, no lo quiera Cthulhu, vuelva a sembrar el terror con una nueva historieta. Brilli, brilli, snob y rancia. Lo estoy deseando.
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