Hace tiempo que debía de haber realizado esta crítica sobre “Teatro reunido” de Eduardo Mendoza (Seix Barral, 2017), pero la mar primero y la pereza después me llevaron a descuidar mis deberes con esta web. Ojalá este escrito sirviera para compensar la espera por su excelente calidad, sus acertados comentarios, su fino vocabulario… No, me da a mi que no. Va a ser que mejor le pido perdón por la tardanza a mis compañeros de la web y al insigne señor Mendoza a cuyos pies estoy rendida desde que leí en el instituto “El misterio de la cripta embrujada” (1978). Ahora es también celebrado Premio Cervantes 2016 aunque parece que en Cataluña se han empeñado en exiliarle por falta de fervor independentista. En fin, ellos sabrán. Un escritor así deberían mimarlo o, al menos, respetarlo como se merece, que tiene calidad como para honrar a varias naciones y sobrarle aún para empedrar las Ramblas con buena literatura.
Respecto al libro decir que se ha publicado al calor del premio cervantino. Tenemos la suerte de contar con repetidas ediciones de la obra de Mendoza pero esto del teatro pocos los conocían del autor… yo la primera. Y eso que Mendoza confiesa en el prólogo del libro que el nació “con el teatro puesto”. Su padre, actor aficionado, le introdujo el amor por los escenarios desde muy pequeño. De adulto, visto que no servía para subirse a las tablas, se dedicó a adaptar y traducir (ese de traductor ha sido su trabajo durante muchos años) obras teatrales, labor en la que tiene un reconocido prestigio. No es de extrañar que finalmente alguien (Rosa Novell, su segunda mujer, fallecida hace unos pocos años) le pidiese que realizase una obra propia. Así nació “Restauraciò”, su primera obra escrita en catalán, estrenada en los escenarios del teatro Romea de Barcelona el 16 de noviembre de 1990. La pieza (la única que ha realizado con varios actos) fue hecha en “verso blanco” (de métrica regular pero sin rima). También “Gloria”, que nunca ha sido estrenada, se creó en catalán y en verso blanco. Como para esta edición las dos obras han sido traducidas por el propio autor (“Restauración” se publicó en castellano por primera vez hace años) algo del trabajo métrico se nos va a perder en el camino aunque su lenguaje sigue tan intacto, afilado y lleno de humor como siempre.
Por último el volumen incluye la tercera y, hasta ahora, última incursión de Mendoza en el teatro “Grandes preguntas”, estrenada el 15 de diciembre de 2004 en el teatro Salt de Girona. Esta es la pieza en la que Mendoza se sintió más libre creativamente hablando pues la hizo para un pequeño teatro con actores que eran amigos suyos. Traducida también del catalán por el autor, es la única que está hecha en prosa siendo también de la que más satisfecho se siente el propio escritor.
Las tres obras son un buen exponente de las inquietudes, temáticas y deseos literarios de Mendoza, adaptados esta vez al lenguaje teatral. Tanto “Restauración” como “Grandes preguntas” tuvieron muy buena acogida y crítica en la escena catalana. Quizás sea hora de que todas ellas vuelvan a los escenarios para los cuales nacieron.
RESTAURACIÓN: Pese a que este es el trabajo teatral más conocido de Mendoza no he encontrado demasiados trabajos sobre él (de hecho sólo uno, La historia en “Restauración” de Eduardo Mendoza por Catherine O´Leary). Puede que en catalán, la lengua originaria de la obra, haya más aunque yo no los he encontrado. La pieza teatral en si se levanta en torno a la figura de Mallenca, mujer extraña de oscuro e inventado pasado, que vive aislada en el campo y que recibe en una noche de tormenta la visita de cuatro hombres…uno de los cuales es el mismísimo Alfonso XII, rey de España (el de dónde vas Alfonso XII, dónde vas triste de ti, la Merceditas muerta y esas cosas). También está un joven desertor, ex-vendedor de enaguas, inflamado de hormonas, de pasión, de chorradas en la cabeza y que por no saber no sabe ni a que bando se ha apuntado hasta que es demasiado tarde. Otro de los visitantes es un general al que le gusta fusilar a propios y extraños, dispuesto a sacrificar a todos sus soldados a la causa a excepción de su valiosa persona que tiene mejores cosas que hacer. Por último tenemos a Bernat, antiguo enamorado de Mallenca, que regresa a su lado sin proponérselo, no se sabe si del pueblo de al lado o de Santiago de Compostela a donde dice que peregrinó. Su personaje, junto al de Mallenca, es el que tiene más recovecos, pasando de lo religioso a lo brutal, de la lógica a la ironía. En realidad la ironía, el sarcasmo y el humor más fresco están presentes en toda la obra pero no se imponen a la esperanza que va trepando a lo largo de la misma hasta un final que proclama:
¡Renovación/ de la vida,/ de día en día/ hasta el fin del mundo!
La renovación, la restauración, que da título a la obra, es la clave de la interpretación de la misma. Situada en los días de la Tercera Guerra Carlista en Cataluña, hacia 1875, el título “Restauración” alude tanto a la época histórica (el reinado de Alfonso XII tras el fracaso y destrucción de la República) como a la recomposición y restauración de los personajes los cuales empiezan siendo de una manera, con unas características determinadas que luego pierden en aras de una evolución que a algunos los humaniza más de lo esperado y a otros los convierte en seres más risibles de lo que antes eran (a excepción de Alfonso XII que empieza siendo Alfonso XII, un rey de opereta bastante risible, y acaba siendo Alfonso XII, un rey de opereta bastante risible). Sin embargo, la humanidad del texto, que impregna a todos sus personajes, y el humor que nunca cae en la crueldad hacen que la obra, amén de corta, nos enseñe mucho del ser humano, de sus esperanzas y deseos, aprendiendo a comprender y tolerar las miserias de nuestros congéneres con el desparpajo y amenidad que Mendoza derrocha a raudales.
GLORIA: El escritor catalán ha elegido para esta pieza la estructura del típico vodevil llena de encuentros inesperados, equívocos graciosos, situaciones imprevistas, etc. Pese a que la forma sea muy reconocible y que haya algún personaje representante del típico-tópico gracioso (el pretendido camarero italiano), lo cierto es que el vodevil no acaba de cuajar. Los personajes centrales son demasiado amargos para una obra presupuestamente divertida. El personaje central, Gloria (cuyo nombre es irónico sin duda), es una mujer a la que solo parece mover la lujuria, pareciéndole el resto de la vida algo insípido. Su marido se refugia en el trabajo sin ver lo que sucede en su matrimonio.
Gloria y su esposo tienen un matrimonio amigo que se está divorciando; ella se refugia en las drogas para superar la ruptura y él, feo pero rico, desea hacerle daño quitándole a su hijo y haciéndola seguir para pillarla en algún acto vergonzoso. Para aumentar ese daño retira el dinero de la empresa editorial que habían levantado entre los cuatro amigos. En ese punto empieza la trama cuando un supuesto empresario, salido no se sabe muy bien de donde y viejo conocido sexual de Gloria, quiere invertir en la editorial y es invitado por Ricky, el marido de Gloria, a su casa. Muchas de las escenas entre los supuestos amigos y el “caballero” invitado destilan mala leche, insania e incluso algo de perversidad. Luego están las mentiras, los engaños… Hay escenas de humor simple que se resuelven en momentos de tragedia y desengaño. No hay una buena compensación entre las mismas o quizás es que el vodevil no es la mejor estructura para encajarlas. Hay demasiado dolor en ciertos momentos, demasiada tristeza, demasiada hondura… Incluso el final de la obra parece desdecir ese ambiente de comedia que no acaba de encajar con la triste amargura del texto, con unas conclusiones que contrastan vivamente con las vistas en “Restauración”:
“…la vida, a menudo, no nos deja otra alternativa. Somos como somos, que remedio. Así que, si a pesar de todo deciden salir, tengan cuidado, porque la noche […] es fría. Y aunque mañana volverá a salir el sol no se fíen, porque volverá a llover y a hacer frío […].Y luego otra vez sol. Y así por siempre jamás.”
GRANDES PREGUNTAS: Mendoza declara en el prólogo del libro que esta es la pieza teatral de su mano de la que se siente más orgulloso. Una vez leída queda claro porque: contiene todo ese humor absurdo que tanto le gusta a Mendoza, y el cual se ve forzado a contener en sus libros “serios”, y, a la vez, ataca con fuerza a la burguesía, a su mentalidad bien pensante y satisfecha que oculta sus miserias tras la fachada de una vida ejemplar. En la obra el protagonista es un empleado de banca fallecido que aspira a entrar en el cielo. Para lograrlo debe pasar primero por el interrogatorio de un funcionario celestial que, a través de preguntas absurdas y otras más intencionadas, nos desvela la verdadera vida del difunto, todas las maldades que cometió, su aburrida vida, la felicidad de su infancia… El diálogo de ambos personajes tiene momentos muy humorísticos, e incluso hilarantes, que conviven con otros de verdadera profundidad que vienen a demostrar la pequeñez y la grandeza, simultáneas ambas a veces, que se ocultan en la vida humana:
«El pasado es eterno, el futuro es eterno y el presente se desvanece en el momento mismo de existir. Los hombres viven siempre en la eternidad sin saberlo».
La pieza transcurre con agilidad y precisión hasta la aparición del boxeador, el tercer personaje de la obra, cuya historia es el contrapunto triste y humilde del empleado de banca, el pequeño e hipócrita triunfador que se aprovecha de los demás frente al humilde del que todos se aprovechan. Entiendo su inclusión en la obra pero chirría un poco por lo inesperado de la misma, frenando la trama principal y ralentizando la obra. Por lo demás la pieza finaliza de forma lógica y esperada y demuestra de nuevo la maestría de Mendoza para hablar del hombre sin que nada humano nos resulte extraño.
Como conclusión se puede decir que el teatro de Mendoza es reflejo de toda su obra escrita y demuestra que quien es maestro de la novela puede sentirse orgulloso de su creación escénica.