Ojalá todos tuviésemos la oportunidad de leer los textos de Martin Luther King Jr. (1929-1968) contenidos en esta imprescindible selección, traducida y anotada por Ramón González Férriz, que es ‘Tengo un sueño: ensayos, discursos y sermones’ (Alianza, 2021). Pues en ella están contenidos los textos que explican no solo la trayectoria vital de una figura histórica central del s. XX, o la evolución de la lucha por la desegregación racial desde su explosión con la rebelión de Rosa Parks en Montgomery (Alabama, 1955) hasta el asesinato del doctor King por un tiro cobarde a la puerta de su habitación en el Motel Lorraine (Memphis, 1968), sino también las bases éticas y morales sobre la que se sustentó toda aquella lucha: la lucha por los derechos civiles. Y este último motivo es quizás, para mí, el más importante.
Porque hoy, aunque atomizada en múltiples causas y movimientos, aquella lucha continúa. Pero lo hace sobre unas bases bien distintas (si no opuestas) de aquellas defendidas por el doctor King. De hecho, leyendo el libro, intuimos que el estado actual de estas luchas se parece mucho a aquel del que él tanto abominaba, donde la legitimación del odio al otro (en lugar del amor), de la incomunicación mutua y la polarización social (en vez de la integración común en una sociedad cada vez más justa), o de la violencia como forma de lucha basada en el principio de que el fin justifica los medios (en vez de una lucha no violenta basada en el principio por el cual el medio es reflejo de la naturaleza del fin que se persigue), han ocupado el centro estratégico de la escena.
Martin Luther King Jr. sigue resonando todavía hoy porque supo reunir en un mismo discurso la moral pública, la caridad cristiana y el patriotismo
Su capacidad analítica es tal que estremece por la actualidad visionaria de muchos de sus pasajes, en múltiples aspectos: al analizar las causas de la injusticia, él apunta claramente a la estructura del poder económico como el principal factor (no a la acción de las personas); al observar el progreso económico, él hablaba ya entonces de la automatización y la exclusión del trabajo como una causa clave para el empobrecimiento tanto del hombre negro como del blanco (anticipándose en décadas a los análisis actuales); y al observar los riesgos que esto entrañaba para la lucha por los derechos civiles, él también previó con asombrosa lucidez el riesgo de caer en el odio, la violencia y el descrédito, dándole así armas al poder estructural que mantiene la injusticia (justo los errores en que la lucha parece haber caído, en la peor forma de las posibles, y la más temida por el doctor King).
Y si previó su peor forma, también lo hizo con su desenlace, leamos: “Una parte de la población blanca, al percibir que el negro presiona para que se produzca un cambio, malinterpreta esto como una exigencia de privilegios más que como la desesperada búsqueda de una existencia” (pág. 144). Si sustituimos “blanca” y “negro” por las otras palabras clave de las distintas causas en que se divide hoy el movimiento por los derechos civiles, tendremos el diagnóstico de lo mucho que está pasando hoy en nuestras calles. Martin Luther King Jr. ha sido un estupendo analista, la actualidad y el realismo de sus palabras son la mejor prueba, por ello nadie puede dejar de leer “Los negros no van demasiado rápido” (1964) y reflexionar, muy mucho, sobre lo que ahí se dice.
También es imprescindible “Dadnos el voto y transformaremos el Sur” (1957). En él se desgrana la reacción timorata en los sectores progresistas ante su lucha, y cómo mucha población blanca liberal que se decía a favor de la justicia comenzó, a partir de 1955, a templar gaitas. Lo que ellos suponían “moderación” no era sino una renuncia a los valores y principios por ellos enunciados durante toda una vida. Pero ¿cómo se llegó a aquella situación?, ¿qué bases éticas justificaban, para aquella gente, su posición? El doctor King nos lo cuenta: “(…) es una especie de seudoprogresismo que se basa en el principio de mirar con empatía a todos los bandos. (…) que es incapaz de comprometerse con ningún bando. Es un progresismo que es tan objetivamente analítico que no está comprometido subjetivamente. Es un progresismo que no es ni frío ni caliente, sino tibio.” (pág. 81).
La siguiente pieza del libro, “Amor, ley y desobediencia civil” (1957) es un compendio magistral, por lo breve y lo preciso, que compagina la explicación de las bases morales de la lucha no violenta con los aspectos más concretos de su práctica. Frente al “método del asentimiento”, que suponía aceptar las bases impuestas por quién ejerce la discriminación y no tiene voluntad real de cambiar, y al método de “alzarse contra el opresor”, por medio de la violencia a través de sus mismas armas (si nos fijamos, ambos métodos incorporan lo peor del Otro, de una u otra manera). El doctor King propone “la resistencia no violenta” basada en que “los medios deben ser tan puros como el fin” pues “Este movimiento se basa en la filosofía de que los fines y los medios deben ser coherentes” (págs. 89-90).
Y, por supuesto, no puede faltar “Tengo un sueño” (1963). Este discurso es, sobre todo, una declaración de intenciones, positiva y constructiva, de un mundo que no vendrá si no se lucha por él, pero que podría no llegar tampoco si se lucha de la forma equivocada. Entre líneas, podríamos leer una voluntad de reunificación, de integración de las luchas civiles en un mismo camino pues, a pesar de sus matices, todas estas luchas no dejan de ser la misma: “No podemos caminar solos. Y a medida que caminamos, debemos comprometernos a marchar siempre hacia adelante. No podemos darnos la vuelta.” (pág. 136). Él no se dio la vuelta cuando le tiraron los perros en Montgomery, ni se la dio cuando intentaban impedirle que marchase por el puente de Selma, ni se la dio cuando la injusticia (fuese de motivo racial o no) prevalecía sobre justicia porque para él la lucha civil no era una cuestión de interés ni de utilidad sino de ética y de moral.
Martin Luther King Jr. sigue resonando todavía hoy porque supo reunir en un mismo discurso la moral pública, la caridad cristiana y el patriotismo; haciendo de la causa de muchos, la causa de todos/as. Lo hizo desde el amor, la ausencia de violencia, la firmeza moral y el liderazgo social, la coherencia y la valentía.
Por eso, recomendamos encarecidamente ‘Tengo un sueño: ensayos, discursos y sermones’ (Alianza, 2021). Un compendio de textos tan fundamentales para la cabeza y el corazón de la humanidad de hoy en día que todos deberíamos leerlo, por lo menos, una vez; y al que yo sé que volveré de vez en cuando pues me aporta, con su prosa, esperanza y luz, tan necesarias en este tiempo de pesimismo y zozobra.