Poco a poco, casi inadvertidamente, mientras el problema de la habilidad y la vivienda permea la opinión pública europea, la ficción de nuestro continente se va atreviendo más y mejor a tratar este tema. Siendo justos, posiblemente, “La que se avecina” (Tele 5) haya sido una de las primeras series en intentarlo, pero la incapacidad de su público de observar la sátira y su adoración por el estereotipo acabó por frustrar el intento. La comedia europea sigue intentando otros caminos, estos ya más eficaces. Desde el absurdo delirante británico de ‘Stath Lets Flats’ (Filmin) creada por el genial Jamie Demetriou, a esta dramedia distópica surrealista noruega que os traemos hoy, ‘The Architect’ (Filmin).
‘The Architect’ es una dramedia distópica negrísima, con briznas de sátira durísima, con personajes que son exageraciones elevadas a la enésima potencia, y que consigue en todo momento mantenerte interesado y pegado a la pantalla
Las tres series conectan con el mismo punto nodal: las dificultades, por no hablar de imposibilidades, actualmente existentes en la misión de encontrar un lugar agradable dónde vivir. Sin embargo, ninguna de las tres lo desarrollan igual.
‘LQSA’ se centraba en la desgracia de sus personajes y en la falta de alternativas para vivir cuando no tienes dónde sin pagar una astronómica hipoteca. ‘Stath Lets Flats’ desarrolló el punto de vista desde las inmobiliarias y su satrapía a la hora de ostentar su poder en el mercado, aderezado con la incompetencia de sus agentes. Pero ‘The Architect’ es más directa, ácida e incómoda. El sistema muestra directa y crudamente su poder contra la persona ya desde la primera escena y, durante cuatro capítulos de veinte minutos cada uno, no da tregua en el desarrollo agobiante de este punto de vista.
«El hormigón está de moda»
De forma que, prácticamente, todos los actores intervinientes en la compra de una casa están presentes en la trama: los propietarios del suelo, desapegados de sus bienes porque, por su inmenso valor, ya hacen innecesario el trabajar para vivir; los bancos, despersonalizados y sin ningún tipo de miramiento ni bondad; los estudios de arquitectura, casi irrelevantes por la tendencia del espacio construido a la uniformidad; y, claro, los desesperados inquilinos/compradores, obligados a las triquiñuelas y estratagemas más impúdicas para conseguir piso o, por contra, verse condenados a vivir en un garaje porque “el hormigón está de moda”.
Nuestra protagonista es Julie, arquitecta, becaria en un estudio urbanístico, a quién en su lucha por buscar su sitio en el mundo todo parece salirle mal. Incluso semeja haber tocado fondo cuando, por la puerta, entra un antiguo compañero de clase convertido, ante sus ojos, en una estrella de la arquitectura. Sin embargo, se les presenta un reto que afrontan con distinta actitud de la que pudiera suponerse a priori: el cambio en las normas urbanísticas de Oslo hace que las autoridades deseen la construcción de 1.000 viviendas en el centro de la ciudad. ¿Cómo hacerlo?
Un maravilloso trabajo, imperdible
La solución que encuentran, posiblemente, no te sorprenderá, pero, aunque lo haga, también conseguirá indignarte, levantarte del asiento, enfadarte y… reflexionar. Porque justo de esto va esta dramedia distópica negrísima, con briznas de sátira durísima, con personajes que son exageraciones elevadas a la enésima potencia, y que aun con todo consigue en todo momento mantenerte interesado y pegado a la pantalla; de que te rebeles inteligentemente contra un futuro próximo que se intuye inhumano e insoportable de seguir por el camino en el que va. Un objetivo que consigue con creces, sea pegándote o levantándote del sillón.
No en vano, ‘The Architect’ (Filmin) ganó el premio a la mejor serie en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Un galardón más que merecido a la vista del maravilloso trabajo condensado en apenas ochenta minutos. No te lo pierdas.
