La quinta temporada de “The Last Kingdom” da por concluida la serie, pero no así la historia de Uhtred de Bebbanburg (Alexander Dreymon), que continuará en la película “Seven Kings Must Die” de Netflix. Es una despedida a medias, que trata de ofrecer resolución alterando y acelerando sucesos históricos, mientras que, de forma tan consciente como obvia, se reserva otros para más adelante.
“The Last Kingdom» deja a los espectadores (y no solo a ellos) con la miel en los labios.
Los hechos reales, que siempre han sido más una sugerencia o una guía que un mandato al escribir los guiones (y, me imagino, también las novelas de Bernard Cornwell), no solo cambian de orden y protagonistas, sino que se desencadenan con una celeridad repentina y algo abrupta. Son demasiadas cosas las que tienen que ocurrir, muchas las tramas por cerrar, y se notan las prisas. Lejos quedan los días en que podía dedicarse un capítulo entero a las andanzas de Uhtred en busca de plata y aventuras.
De nuevo tiene lugar un salto temporal, lo que ya costaba hacer creíble en las temporadas 3 y 4, y que en esta llega al punto de distraer. Ni todo el buen hacer de Eliza Butterworth, ni todo el maquillaje y las canas del mundo podrían convencerme de que la viuda del rey Alfredo, Aelswith, tiene edad suficiente para ser abuela de Aelfwynn, cuando a ambas actrices las separan solamente cuatro años. Este es un ejemplo, tal vez el más extremo, de un problema que afecta en buena medida a todos los personajes.
Tampoco se trata únicamente de un inconveniente estético: las relaciones cambian y evolucionan fuera de cámara, lo que, unido al ritmo de la temporada, hace que se vean relegadas a un papel secundario. Algunas, incluso, son ignoradas totalmente. ¿Recordáis como todo apuntaba a un romance incipiente entre Finan y Eadith? Pues ya nada.
Vamos de un conflicto político a otro, de una pérdida a otra, de una victoria a la siguiente. Esto, irremediablemente, las minimiza. Aún más en contraste con una trama concreta que acumula minutos sin llegar nunca a ningún sitio, repitiendo antiguos dilemas y dando bandazos absurdos. Es la trama de Brida (Emily Cox), que literalmente vaga sin rumbo. Su presentación como antagonista principal es completamente fallida, en parte porque el rol le queda grande y en parte porque la serie no parece segura de qué quiere hacer con ella. ¿Es alguien a quien temer? ¿Alguien de quien compadecerse? ¿Es una loca peligrosa y sectaria a la que eliminar o todavía es posible para ella la redención? La respuesta cambia tanto, que acaba dando igual. No importa, solo cansa.
Por otro lado, Uhtred da la sensación de ser más un testigo de los acontecimientos que parte de ellos. Con su lealtad sin cuestionar, su autoridad reafirmada y pocas novedades en lo personal, parece una figura inalterable. Una vez más, el paso del tiempo no ayuda precisamente. A su alrededor han nacido, crecido, envejecido y muerto personajes. Uhtred, mientras tanto, apenas ha cambiado. No es hasta los últimos capítulos cuando su historia vuelve a ser verdaderamente suya, recuperando al fin el control de la narrativa.
El destino lo es todo.
La quinta temporada está muy lejos del nivel de las tres primeras. El hueco dejado por Alfredo es demasiado difícil de llenar. Sale también perdiendo al compararla con la cuarta, más equilibrada y no tan perjudicada por los cambios en el reparto. Sin embargo, esta última entrega de “The Last Kingdom” no deja de ser entretenida y bien realizada.
Y es que, aunque he hecho hincapié en los aspectos negativos, mucho de lo que hizo grande a esta serie aún sigue ahí. No faltan intrigas políticas, acción bien ejecutada, épica, drama y el regreso de personajes muy queridos (o no tanto). Cumple con la tarea de encauzar un argumento disperso hacia un destino en general satisfactorio y emocionante. Y digo “en general satisfactorio” porque, en su afán por guardarse para después algo que la serie llevaba prometiendo desde sus primeros posters, deja a los espectadores (y no solo a ellos) con la miel en los labios.