«Tiempo de odio» es la cuarta entrega y última crítica –de momento- que le dedicamos en Fantasymundo al brujo de Rivia y a su creador, el escritor polaco (Lodz, 1948) Andrzej Sapkowski. Y lo hacemos reiterando lo de siempre, el éxito haya donde vaya de saga y personaje (en España Bibliópolis publicó en 2006 la tercera edición, y todo apunta a que no será la última), y la maestría de Sapkowski para convertir una obra construida sobre el relato corto, en una de las sagas de la literatura fantástica que de forma más decisiva ha contribuido y seguirá contribuyendo a renovar este género.
Con «Tiempo de Odio» estamos ante una entrega que supone una lógica continuidad estructural con respecto a su antecesora, «La sangre de los elfos«. Encontraremos la misma estructura capitular, la misma concepción episódica y escénica, el mismo insistente recurso al diálogo y a la oralidad como mecanismo para dar vida y credibilidad a muy heterogéneos y numerosos personajes y, por supuesto, la misma ambientación, temática… Tanto es así que parece como si Sapkowski hubiese escrito ambas entregas al mismo tiempo, concibiéndolas quizás como una misma entidad, pero separándolas a través de un tono distinto.
Y es que lo que más caracteriza y distingue a «Tiempo de Odio» de cualquier entrega anterior es su ambientación más oscura: los correos se cruzan de un sitio para otro, llevando mensajes secretos; en las fronteras, las fuerzas militares están alerta, preparadas para un ataque sorpresa, para una guerra inminente; brujos, hechiceras, reyes… los colectivos más importantes de este ‘mundo de Geralt’ se reúnen para analizar una tensión creciente y anticipar sus intereses y acciones.
Los principales personajes de esta historia siguen el mismo camino que antaño seguían, y refuerzan sus tendencias a encontrarse: Ciri y Yennefer siguen su camino en pos de Gors Velen, Geralt va de un sitio para otro buscando las piezas que le ayuden a desentrañar el puzzle de lo que está pasando y va a pasar, de aquello que, en definitiva, amenaza la vida de Ciri y su destino. Este triángulo, además, acentúa su relación hasta parecer una atípica y fragmentada familia: a la relación paterno-filial que comentábamos se construyó entre Ciri y Geralt en «La sangre de los elfos«; debemos sumar la relación de madre e hija que se define aquí, claramente, entre Ciri y Yennefer; e incluso la recuperación de la tormentosa relación entre Geralt y Yennefer.
La principal consecuencia de este nuevo tono es, como no, la aparición de nuevos personajes y nuevas subtramas. Todos ellos se construyen y definen alrededor de una Ciri que va ganando, entrega tras entrega, mayor protagonismo: la incerteza sobre si sigue o no vida (para aquellos que vivieron la violenta caída del antiguo reino del que era princesa y heredera), su persecución allá donde vaya (bien para asesinarla, bien para protegerla), su peligroso discurrir al lado de Yennefer… Ella es el objetivo deseado por el que espías, asesinos o reyes arriesgarán su supervivencia y darán su vida.
«Tiempo de Odio», entonces, es una novela que tiende hacia el negro, inserta en el gris oscuro. En cuanto a sus principales reflexiones temáticas, Sapkowski centra su principal discurso en la deriva social hacia la irracionalidad y la intolerancia: ya nos lo mostró en los paratextos de la anterior entrega, ahora es más que evidente en el discurso de los personajes. La expresión “tiempo de odio” la podemos ver, y no es algo casual, en la boca de distintos personajes, de distintas formas posibles, y en todas ellas es reflejo de la llegada de una era en la que la paz, la solidaridad, la convivencia… la razón, desaparecen para dejar sitio a la guerra, la crueldad y la intolerancia. Sapkowski lo advierte insistentemente, y esta novela lo advierte insistentemente: la guerra es inmoral e irracional, cruel e inhumana.
La política secreta y de conciliábulo es la antítesis de ese mundo en paz que Geralt de Rivia encabeza. La nobleza en general, reyes y reinas sobre todo, conspiran unos contra otros en la búsqueda por el dominio de un poco más de tierra. La ciudadanía, ajena a las artimañas que se esconden tras las bambalinas, sólo espera a que estalle aquello que intuyen que se fragua, sin posibilidad de esperanza ni de solución, sin más alternativa del odio. Este clima de tensión, y las maquinaciones de los políticos, sus seguidores y sus secuaces, es, creo, uno de los principales logros de esta novela. Algunos personajes secundarios, incluso aquellos anecdóticos cuya muerte o desaparición pronto retira de escena, son el mejor espejo en el que el lector puede acceder a una de las mejores representaciones de esta tensión prebélica que se hayan leído hasta ahora.
Sapkowski, entonces, presenta en «Tiempo de Odio» una nueva entrega cargada de un humor negro-grisáceo donde los personajes se ven impelidos a enfrentar no sólo su muerte (a la que ya se han enfrentado en otras ocasiones), sino a todos aquellos a los que conocen… y a los que desconocen. La entrega más emocionante y con más tensión hasta el momento, sin perder una pizca de la originalidad que distingue de otras obras a la saga de Geralt de Rivia.