Aún recuerdo cuando teníamos una televisión “pública” digna de tal adjetivo. En aquel entonces, una generación entera de jóvenes veíamos por la pequeña pantalla, narrados por Ramón Trecet, los partidos de la NBA. Yo mismo tuve la suerte de disfrutar de los ‘mágicos’ Lakers de Johnson y Jabbar. Nada más claro que deciros esto para explicaros, de paso, cual es el principal recurso con el que juega esta serie: la nostalgia.
‘Tiempo de victoria: La dinastía de los Lakers’ juega nostálgicamente con especial descaro cuando hace uso de sus recursos visuales.
Especialmente, con esa constante ruptura de la cuarta pared que es, además, un salto en el tiempo narrativo desde el pasado ficcional de los personajes que nos hablan hasta nuestro presente actual (más de cuarenta años han pasado desde entonces). Como también usa la nostalgia en el grafismo dentro de la serie (parando el tiempo para explicar o llamar nuestra atención sobre algo), en las imágenes digitalmente “deterioradas” (horriblemente, por cierto), o el uso de algunas imágenes saturadas de color…
Tampoco es que ‘Tiempo de victoria: La dinastía de los Lakers’ sea especialmente brillante en su retrato de los personajes. Para jugar con tantos y tan legendarios nombres en la historia de uno de los deportes (y las ligas) más globales, extraña que se tenga que recurrir tantas veces a la brocha gorda, el perfil basto y la simplificación. En todas las líneas de esta historia (despachos, cancha, star system…) se echan a los caballos con descaro a nombres como el hombre que salvó a los Lakers del desastre arriesgándolo todo, Jerry Buss (John C. Reilly); al desconocido entrenador que diseñó y apostó todo por un nuevo estilo de ataque que es la base de lo que hoy conocemos, Jack McKinney (Tracy Letts)…
Las equivocadas decisiones de Adam McKay
A lo visual y a los personajes debemos sumar el tono… Al recurrir a estos personajes tan simples y a sus interacciones tan básicas, la serie se ve abocada a banalizar muchos de sus temas y a reducir todo a una especie de graciosa comedieta solo salvada por las excelentes actuaciones de todo el elenco.
Mucha prensa destaca a John C. Reilly (Buss) en ‘Tiempo de victoria: La dinastía de los Lakers’, pero a mí me han impresionado mucho más los personajes de Abdul-Jabbar (Solomon Hughes), Paul Westhead (Jason Segel) y Patt Riley (Adrien Brody). Ellos sí muestran un progreso dramático y aportan un poso de seriedad y solidez a la serie que la burbujeante personalidad de Buss pocas veces puede permitirnos disfrutar.
Sin ellos, la sensación de comedieta sería mucho más evidente. Sobre todo, a la vista de las decisiones (equivocadas) que la mano de Adam McKay ha imprimido a la serie tanto desde la producción como desde la dirección.
Menos mal que, narrativamente, la serie es un cohete
Al estar basada en hechos reales, tener una historia potente detrás, personajes legendarios y muchísimo material del que tirar, además de explotar sin descaro la nostalgia del momento y la épica de la historia, ‘Tiempo de victoria: La dinastía de los Lakers’ cuenta con elementos propios más que suficientes para avanzar. Sin que nos demos cuenta, pasan los minutos y pasan los acontecimientos, golpeando nuestra retina y alimentando nuestra necesidad de seguir adelante, de ver cómo transcurre todo, como un equipo muerto de una liga moribunda llegó a convertirse en una leyenda mundial.
Pero los Lakers de Buss, McKinney, Johnson y Jabbar merecían una serie mejor. Se acaba el visionado y nos hemos entretenido y reído… un montón. Pero también tenemos la sensación de haber visto una historia deshonesta, un conjunto de trucos visuales y de guion innecesarios, para un montón de personajes planos, que no merecían algo así.