“Tiempo” es la nueva propuesta de M. Night Shyamalan, director también de “El sexto sentido” (1999) y, más recientemente, “Múltiple” (2016) y “Glass” (2019), siendo ambas parte de una misma trilogía.
En “Old” (título original del film) una familia, formada por un matrimonio y sus dos hijos, se dispone a disfrutar de sus vacaciones en un paraíso tropical. Pero su —en apariencia— idílico viaje dará un giro al llegar a una playa recóndita, junto con otros turistas que se hospedan en el mismo hotel. Allí pronto descubrirán que el tiempo discurre más deprisa de lo normal.
Se trata de un thriller que mezcla elementos de la ciencia ficción con el terror existencial. Busca ahondar en uno de los miedos más profundamente arraigados del ser humano, como es la propia mortalidad, la inevitabilidad del paso del tiempo y lo efímero de nuestras vidas. Sin embargo, estas ideas tan prometedoras no tardan en echarse a perder.
No falta talento en el reparto. Gael García Bernal (“La mala educación”, “También la lluvia”), Vicky Krieps (“Hanna”), Rufus Sewell (“El hombre en el castillo”), Thomasin McKenzie (“Jojo Rabbit”), Alex Wolff (“Hereditary”) y Eliza Scanlen (“El diablo a todas horas”), entre otros, hacen un buen trabajo con el material del que disponen. El casting es uno de los puntos fuertes de la película. Por desgracia, no es suficiente.
El desarrollo de la trama no está a la altura de la premisa ni de los temas que pretende explorar. Tampoco lo está el diálogo, ni unos personajes para nada memorables. Se supone que debemos angustiarnos por lo que les ocurre, pero no dejan la más mínima huella. Son planos, aburridos, y además sus reacciones no resultan naturales ni lógicas en la mayor parte de ocasiones. Y si ya de partida los personajes no son creíbles, difícilmente puede serlo el resto.
La dirección no ayuda. Una vez en la playa donde las anomalías temporales tienen lugar, asistimos a una sucesión de escenas inconexas, unidas unas a otras por fundidos en negro y planos circulares y desenfocados que, si pretenden generar desasosiego, no consiguen más que marear al espectador con sus interminables vueltas y más vueltas.
El tiempo, más que acelerarse, se eterniza. Los pocos momentos de efectividad se ven ensombrecidos por la aplastante mayoría de los que no logran suscitar la tensión que deberían, una tensión que nunca parece llegar a explotar del todo. Eso en el mejor de los casos. En el peor, las escenas que tendrían que provocar terror o al menos inquietud, son solo ridículas. La falta de equilibrio entre las partes que se presuponen dramáticas y las más excesivas (y absurdas) es casi lo único consistente del film.
El guion es descuidado y está plagado de situaciones involuntariamente desconcertantes en las que los personajes no actúan de forma acorde a las circunstancias rocambolescas que viven. O bien parece que la cosa no va con ellos, mientras hacen gala de una tranquilidad pasmosa, o todo se descontrola súbitamente de la manera más forzada e histriónica posible.
Para terminar de completar el conjunto están unos reveladores hallazgos que no podrían ser más descaradamente convenientes. Es un recurso argumental torpe, introducido para mover la trama, pero carente de la imaginación o sutiliza necesarias para hacerlo satisfactorio.
El giro final ni siquiera se percibe como un giro. La explicación no sorprende ni mucho menos asombra. Llegados a este punto, y tras haber perdido la cuenta de las veces que se ha mirado el reloj, tampoco importa demasiado. Existe un amago de abordar dilemas morales que podría haber sido interesante, pero se ve sofocado enseguida por una resolución apresurada.
Una lástima. La materia prima daba para un producto muy superior. El resultado final no es terrible, pero sí dolorosamente mediocre. La vida es corta. El tiempo vuela. Y se me ocurren muchas maneras mejores de emplearlo.