Verdaderamente interesante para cualquier aficionado al género detectivesco, este ensayo aborda con amenidad y profundidad la historia de los primeros detectives privados en España.
Hemos reseñado a menudo en Fantasymundo obras de ficción detectivesca clásica.
Muchas de ellas son historias que se desarrollan en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, época dorada del género. Y que trascurren, normalmente, en países anglosajones o, con menor frecuencia, en otros como Francia o Italia.
El lbro que nos ocupa hoy, publicado recientemente por la editorial Espasa, guarda relación con ellas, pero se trata de algo distinto. En primer lugar, porque Todo lo oye, todo lo ve, todo lo sabe, de José Luis Ibáñez, no es una obra de ficción. Y, en segundo lugar, porque es nuestro país el escenario de las andanzas de unos personajes reales que bien podrían ser, en muchos casos, personajes de novela.
«En 1900, un empresario apellidado Balbuena inauguró un despacho de «policía privada» en la calle San José, número 12, de Madrid. Fue la primera agencia española de investigación privada que se anunció como tal. En unos meses, en la ciudad aparecieron otros dos despachos más con nombres similares.
Hasta el otoño de 1907 no se anuncio el primer «detectiv (sic) particular» español. Con despacho en Barcelona, en la elección del nombre tuvo mucho que ver la popularidad que alcanzó Charles Arrow, antiguo inspector jefe de Scotland Yard, contratado por la Diputación de Barcelona, al que la prensa celebre como «detective Arrow»»
Todo lo oye, todo lo ve, todo lo sabe es un amenísmo y exhaustivo ensayo acerca de los primeros detectives privados españoles. Los pioneros de esa profesión en nuestro país. Abarca, no obstante, un amplio periodo de tiempo, el que va de la Restauración a la Segunda República.
Una época marcada por una constante inestabilidad política y una profunda conflictividad social. Y en la que, a diferencia de lo que ocurre hoy en día, los detectives privados podían legalmente investigar todo tipo de delitos, a petición de parte.
Y vaya si lo hacían: no poco de su trabajo tenía que ver con ese endiablado, complejo y violento entorno de luchas obreras, estafas de altos y bajos vuelos, violencia política…etc.
«…los detectives privados españoles tuvieron que hacer frente durante muchos años a la hostilidad abierta de los líderes de opinión. Situación que empezó a cambiar a partir de 1920, gracias a la actividad y seriedad de empresarios solventes y de antiguos policías muy conocidos.
Aquel movimiento pendular se tradujo en un trato respetuoso a los investigadores españoles en la prensa generalista y en la aparición de multitud de publicaciones especializadas. […] Como colofón a este lento proceso, en 1925, Enrique Cazeneuve Cortés pronuncio una serie de conferencias radiofónicas sobre «detectivismo» que se hicieron muy populares»
José Luis Ibáñez ha reunido una ingente cantidad de datos con los que, a modo de teselas, construir un amplio y detallado mosaico de las diferentes variantes de la profesión detectivesca en la España de aquellos días.
El autor ha invertido cinco años en reunirlos. La publicidad de la época, las sentencias judiciales, las hemerotecas, los registros mercantiles, el Archivo Histórico Nacional, las tiendas de anticuarios… han sido sus fuentes primarias.
El resultado es un libro muy ameno y bien estructurado, entretenido y didáctico a un tiempo. Se divide en tres partes, subdivididas a su vez en capítulos centrados en aspectos bien definidos.
Por sus páginas desfilan un sinfín de detectives, algunos más notables que otros.
«… su método formativo pasaba por «atender al conocimiento de los métodos analíticos y deductivos, el arte de disfrazarse, a los idiomas y a los procedimientos antropométricos, antropológicos y dactiloscópicos, y dedicando especial cuidado a los deportes, con preferencia al boxeo, tiro de pistola, esgrima de bastón, etc., con objeto de que, cuando fracasa la astucia, pueda hacerse valer la fuerza»»
Figuras como las de Ramón Fernández-Luna, apodado «el Sherlock Holmes español». Un ex policía de vastos conocimientos, memoria prodigiosa y archivo enciclopédico.
O la de Antonio de Nait: seductor, políglota, gastrónomo, periodista, traductor… Además de detective fue también espía, responsable operativo de los servicios secretos franceses en Barcelona durante la Primera Guerra Mundial. Una especie de Bond de la época, con «licencia para matar».
También la de Enrique Cazeneuve, director de la agencia Detectives Office y popularizador del trabajo de investigación con su libro Detectivismo práctico y sus conferencias radiofónicas.
Completa el libro un anexo que recoge más de trescientas agencias de detectives que estuvieron activas en España en algún momento entre 1888 y 1936, organizadas por localidades y años. Y lo remata una muy amplia bibliografía.
Buen libro éste para los lectores aficionados al género detectivesco. En él pueden comprobar las similitudes y las diferencias entre la realidad y la ficción, y cómo se influían mutuamente.
Editado en tapa blanda, sus más de quinientas páginas están trufadas de ilustraciones. A ellas se suman las de ocho páginas centrales específicamente gráficas, en papel satinado a todo color.
José Luis Ibáñez (Rubí, Barcelona, 1961), periodista, guionista y redactor publicitario, ha ocupado cargos de responsabilidad en los servicios informativos de Radio España de Barcelona-Cadena Catalana y de la agencia de televisión editMedia.
Ha colaborado también en El Mundo y Playboy. Como guionista de ficción ha trabajado para TV3 y RTVE. Ha escrito y ha sido voz en off en programas televisivos de éxito como La cara divertida, La parodia nacional y Al ataque (Antena 3), Pressing Catch (Telecinco), Sal y pimienta (FORTA), Pelillos a la mar (ETB) y Força Barça! (TV3).
Ha recibido el Premio Atlántida del Gremio de Editores de Cataluña por sus programas radiofónicos sobre libros y literatura.
Nadie debería matar en otoño (2007), su primera novela, fue finalista del Premio Tigre Juan.