The Forty-Niners relata la fundación de Neópolis tras la Segunda Guerra Mundial. Con un tono serio (que no carente de humor) y nostálgico asistimos al traslado de todas las personas con poderes a esta especie de gueto en una especie de apartheid donde deben convivir héroes y villanos demasiado peligrosos como para morar ente la gente corriente. Para ello, Alan Moore se enfoca en la visión personal de un joven Steven Traynor (el jefe de policía en Top 10), que aquí es un jovencísimo héroe de la aviación, y Leni Muller, la Bruja Voladora, usando la escala humana y la vivencia individual para mostrarnos la fundación de la ciudad y las relaciones de sus variopintos habitantes, entre los que hay robots, vampiros, héroes pulp y superhéroes.
El mundo de transición de la guerra a la paz (o a la guerra fría) se percibe en esa incomodidad presente entre los diferentes grupos sociales; en el remanente nazi, sobre todo encarnado en los científicos locos que diseñan la ciudad (y que no son sino sosias de aquellos que participaron en el Proyecto Manhattan), la dificultad de volver a la paz hogareña tras haber combatido en el frente y estar sumido en el existencialismo (sobre todo si estas obligado a mudarte a una ciudad con personas bastante peculiares), y aún con todo, en una visión de futuro y esperanza en ese nuevo proyecto urbano que es Neópolis.
Moore se centra en traducir, como ya lo haría en Top 10, los conflictos sociales al género superheroico, jugando esta vez con aquellos que son producto de los años de posguerra. No sólo está presente el racismo hacia los robots o la xenofobia hacia los vampiros, sino situaciones tabúes para la época como la homosexualidad. El resultado se acerca, en cuanto cotidianeidad y conflictos, a un «Contrato con Dios» de Eisner repleto de gente con capa.
El dibujo de Gene Ha se envejece, en el buen sentido, para mostrarnos ese pasado ucrónico de 1949 con regusto a Norman Rockwell gracias sobre todo al color de Art Lyon, que enfatiza aún más el estilo canónico de Ha. Los innumerables cameos que convierten cada entrega de Top 10 en un complejo «¿Dónde está Wally?» se centran sobre todo en personajes de tiras de prensa (como Yellow Kid, Popeye, Casper, Lil Abner, Pogo, …) héroes pulp (Airboy, Rocketeer, Phantom) y comic-books de la Golden Age (Daredevil, Sandman) que nos hace pensar que la existencia de esos personajes en el universo de Top 10 es de algún modo paralela en el tiempo a las fechas de publicación en nuestro mundo y a la vez impregna la historia de esa pátina de nostalgia y vejez que tan bien encaja.
Es muy interesante descubrir el origen secreto de Smax de una forma tan burlona, la vuelta de un urbanita al pueblo en el que se crio, con sus vergonzosas tradiciones y supersticiones en clave de fantasía, espada y brujería y cuentos populares de los Grimm. La siniestra, épica y bárbara fábula bajo el cristal del costumbrismo y el patetismo chovinista.
Pero, aunque Smax sea tan divertida y colorida, quizás se eche de menos ese aire a lo «Canción triste de Hill Street» con mallas que proponía Top 10. Por suerte, antes de que se terminen las páginas, la edición nos regala un pequeño aperitivo de parte de Moore y Cannon: la mini historia «Uno de los muertos», un relato de la mafia a lo Coppola en clave vampírica, en cuya brevedad reside su fuerza y su visceral planteamiento, con un Zander Cannon capaz de diferenciarse, ayudado por los oscuros colores, del trabajo de Smax para dar otro tono a esta historia de sicarios (y el diseño de abogado Goebbels me parece hipnótico y sumamente original).
En definitiva, Moore nos ofrece tres buenas historias que exploran el universo de Top 10 interesantes, con puntos de vista diferentes y planteamientos inusuales, donde lo cotidiano se pervierte y lo épico se transforma en costumbrista, cada una a su modo, desarrollándose y ampliando nuevas fronteras en las que deconstruir y referenciar la ficción continuando con el ejercicio posmoderno que es Top 10, pero que nos deja, no por calidad insuficiente sino por glotonería y adicción de lector, con la miel en los labios.
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