Sabemos —o deberíamos saber— las grandes fechas y cifras de los acontecimientos que precedieron y siguieron al horror desatado por el Enola Gay. Sin embargo, rara vez podemos conocer las pequeñas historias que vivieron durante esos aciagos días los habitantes y los soldados del imperio japonés que tan bien retrató, por ejemplo, Clint Eastwood en “Cartas desde Iwo Jima”.
A llenar este vacío ayudará de manera notable “Trágica derrota”, una de las novedades manga más interesantes del año que llega a nuestro país gracias a ECC Cómics. El trabajo del dibujante Nozoe Nobuhisa plantea una serie de relatos sobre las consecuencias que la Segunda Guerra Mundial tuvo para la población japonesa construidos a partir de las historias que el autor ha ido descubriendo gracias a sus allegados o a sus propias pesquisas con una clara vocación general, tanto por la variedad de situaciones que trata como por el objetivo que persigue: que los japoneses nunca olviden la magnitud de aquella tragedia personal y nacional.
El encargado de adaptar al manga el Shinsei kigeki (obra sobre el ejército japonés escrita por Kyojin Oonishi) comienza el tomo con la historia de Akashi Ikuta, un anciano que fue piloto de kaiten: torpedos modificados para ser tripulados por piloto suicidas. Si, la versión submarina de los kamizakes.
A Ikuta se le ocurre que como compensación por haber incumplido aquel compromiso le entregará el boleto premiado a aquella chica que ahora peinará las mismas canas que él y cuyo nombre todavía recuerda con claridad: Haruko Umeno.
Durante el trayecto de vuelta la isla de Ootsu después de tantas décadas, el anciano rememora por qué se alistó voluntariamente en las fuerzas aéreas navales y cómo las circunstancias de la guerra convirtieron al aprendiz de kamizake en futuro piloto de kaiten.
Los domingos no tenía formación y pasaba el día en la casa familiar de Umeno, a la que conoció cuando las mujeres del pueblo se ofrecieron a cortarle el pelo a los reclutas. Los agradables encuentros con Haruko y su familia hacen que el soldado comience a dudar de su capacidad para sacrificarse por su país. Estrellarse contra un buque enemigo surcando el cielo tiene un pase, pero morir dentro de un pedazo de metal en absoluta oscuridad quizá no merezca la pena…
A causa de un accidente fruto de su propia imprudencia del que se libra gracias a Haruko y su padre estas dudas pronto se resolverán, aunque nada más reponerse el hongo nuclear haga su aparición en el horizonte obligando a Ikuta a poner rumbo a Osaka para asegurarse de que sus padres están bien, no sin antes prometer a la joven que regresará.
Pero no lo hizo y ahora, setenta años después, descubriremos si el octogenario está todavía a tiempo de expiar los pecados del joven piloto que protagoniza el primer relato de “Trágica derrota”.
En “Prisionero” otro anciano se las arregla para que la policía lo detenga por un robo menor y les suplica que lo metan en la cárcel por haber matado a un chino hace setenta años.
Ante la perplejidad de los agentes, el atormentado excombatiente les explica que fue obligado a ajusticiar a un prisionero del Partido Comunista Chino cuando prestaba servicio en una provincia de Manchukuo: el estado fundado por los japoneses en la región de Manchuria en 1932.
Por mucho que los policías insisten en que matar a un enemigo en tiempo de guerra es un acto justificado, el anciano no puede olvidar la mirada de aquel soldado al que quitó la vida. No siempre la cobertura legal solventa la vertiente ética que plantea nuestros actos, aunque este tipo de dilemas brillen por su ausencia en la actualidad.
De las situaciones límite ante las que nos pone la guerra trata también el tercero de los relatos, “Hambre”, en el que Nobuhisa aborda el abandono que sufrieron los combatientes japoneses por parte del ejército ante el avance de las tropas aliadas. Cuestión que también se toca “Miseria”, historia que nos sitúa en una isla —que bien podría ser Iwo Jima— en la que los soldados se dedican a cavar trincheras mientras esperan la inevitable invasión de los estadounidenses. Tras la ofensiva, el soldado Hiroshi Ookita, único superviviente de su guarnición, cruza la isla para encontrarse con los soldados japoneses que aún quedan en el norte, ocultos en cuevas en condiciones lamentables. Allí se reencontrará con su hermano mayor, al que creía muerto y al que intentará sacar de ese infierno rindiéndose ante el enemigo.
“Miseria” habla fundamentalmente del peso de la culpa que cargan aquellos que sobrevivieron mientras veían a sus hermanos, amigos o camaradas morir y perderse para siempre en la Historia. Surge entonces la necesidad de sobrevivir para honrar la memoria de los que se fueron con su constante y vívido recuerdo.
Especialmente duro resulta “Repatriados”, en el que el autor japonés narra los abusos cometidos por los vencedores a las mujeres japonesas en el trayecto que tenía que devolverlas a Japón tras la expulsión del Imperio del Sol Naciente de Manchukuo. Imposible no acordarse al leer esta historia de las mujeres convertidas en esclavas sexuales por los japoneses durante la guerra en una práctica atroz que aún hoy es motivo de conflicto entre Japón y las potencias de donde eran nacionales, fundamentalmente China y Corea.
El último capítulo lleva por título “Morir en paz” y nos cuenta la vida de un hombre que parece inmune a la parca a pesar de las muchas veces que ha podido segar su vida, primero en la guerra y después durante sus muchos años de trabajo como marinero. En una última página realmente emotiva, el tsunami que el 11 de marzo de 2011 barrió la costa oeste de Japón le anuncia que ha llegado la hora de volver al mar.
Finaliza el tomo con una serie de ilustraciones que reflexionan acerca de la responsabilidad política y la naturaleza de la guerra, y que se unen a las múltiples pinturas de Goya modificadas con elementos añadidos por el autor utilizadas para cerrar cada capítulo. Una maravillosa sorpresa encontrarse en un manga con obras como «Saturno devorando a su hijo», «Duelo a garrotazos» o «¡Qué valor!»
Aunque Goya no es el único pintor en el que Nozoe Nobuhisa ha buscado inspiración, como queda claro en el conjunto de calaveras que protagoniza la portada y que bebe directamente de “La apoteosis de la guerra” del ruso Vasili Vereshchagin.
Estas influencias enriquecen un apartado artístico sobrio, supeditado completamente a la historia que quiere contar y que incardina a Nobuhisa entre los mangakas que optan por un estilo que podríamos llamar realista.
“Trágica derrota” no es una tratado sobre la guerra ni un repaso cronológico de la mayor tragedia de la historia de Japón. La acertadísima obra de Nobuhisa es un testimonio certero acerca de las víctimas, todas aquellas personas arrastradas a una matanza que no entendían por los delirios de unos pocos y que hicieron, si les quedaron fuerzas, lo necesario para sobrevivir.