Con ‘Travesti’ (Impedimenta, 2021) vuelve Mircea Cărtărescu (Bucarest, Rumanía, 1956) a las librerías españolas. Lo hace de la mano del excepcional dibujante francés Baudoin (Niza, 1943), en una adaptación gráfica de su noveleta ‘Travesti’ (original de 1994, se publicó en España durante 2011 por Impedimenta con el título de ‘Lulu’) que es, sobre todo, una obra embriagadora y desconcertante. Lo es por su uso del blanco y el negro, por sus dibujos deformados y su pulso nervioso, y por sus desconcertantes figuras humanoides en un intento, tan descarado como pulcramente conseguido, de transportarnos a un mundo de ensueño y pesadilla. Baudoin también se abre al collage cuando la precisión geométrica de los espacios y las figuras se hace imprescindible, dándonos así tan bien un respiro en nuestra estancia mayormente odiosa, agobiante, asfixiante y poco placentera.
Otra de las sorpresas de Baudoin es su participación descarada en el discurso narrativo, introduciéndose como un actor más, participante imprescindible en la creación de esta inquietante lectura. Lo hace poco, no es un invitado invasivo, pero tampoco un convidado de piedra. A diferencia de lo que podemos ver en la mayoría de las colaboraciones de este tipo, aquí no es el dibujo una traslación sino una contribución, viva y activa per se, construyendo una atmósfera autónoma, propia y distinta al texto de la noveleta y, por tanto, creando ante nuestros ojos un nuevo espacio propio digno de ser reivindicado; como aquí se hace y nosotros celebramos que se haga.
«Travesti» muestra el trastorno de personalidad, la dualidad, el juego de espejos, la metáfora y el simbolismo de los personajes líquidos que aparecen y desaparecen
Por eso hablamos aquí, creemos que con toda propiedad, de “simbiosis”. Porque el dibujo toma partido, se incorpora a la narración, a la creación del relato, aportándonos además otra dimensión más de consideración en el juego de espejos (realidad, sueño, pesadilla), de tiempos (pasado remoto, pasado próximo, presente), e incluso de personalidades (Víctor, Cărtărescu joven, Cărtărescu maduro) con el que la voz narradora nos deleita en esta sorprendente obra de orfebrería literaria. Hasta tal punto es así que, incluso la tipografía, adquiere una vida propia: con un uso de las mayúsculas y las minúsculas, de las formas de las líneas, de las separaciones de palabras e incluso de la caligrafía, que se ve coordinada con el pulso rítmico de la historia; aportándonos un plus emocional que pocas veces está, también, al alcance del lector en este tipo de adaptaciones.
El trabajo de Baudoin es excepcional. Le imprime una vida propia y marca su estilo personal, además del texto del propio Cărtărescu, sumándole a la obra su gran valor propio. Pero también marca con sus decisiones estilísticas una lectura que, en nuestra opinión, acota demasiado al texto en sus texturas, sus colores y sus olores; limitándolo extraordinariamente y robándonos, en cierto sentido, una lectura mucho más rica que la que el dibujo da.
Porque el ‘Travesti’ de Cărtărescu es un texto lleno de colores dinámicos que van cambiando con el estado emocional de la voz narradora, repleto de atmósferas variantes que, en apenas un suspiro, cambian su color por completo. Los mismos personajes, sus caras, su maquillaje, el color de sus pieles o su olor corporal nos traen un mensaje muy profundo que el blanco y el negro pierde en gran medida, si no borra por completo. Y, para mí, esta limitación supone una perdida inmensa pues es el color es otra vía de comunicación que, al optar por un monocromatismo avasallador, añade distorsiones y ruido blanco al mensaje de Cărtărescu dirigido a su persona lectora del otro lado de la página.
Tampoco consigue Baudoin un manejo espacio-temporal adecuado. Tan inmerso se encuentra en distinguir los estados emocionales y sus transiciones, desde la soledad más pura a la pesadilla más abrumadora, que el manejo de los distintos tiempos en ese juego con el lector también pierde, por veces, mucha de su precisión -que la escritura pura, el texto en sí mismo, en cambio sí consigue-. Con todo, esta no es una falla que emborrone la obra que, por el contrario, sí es totalmente clara, directa y coherente en aquello que nos quiere transmitir: el trastorno de personalidad, la dualidad, el juego de espejos, la metáfora y el simbolismo de los personajes líquidos que aparecen y desaparecen pero que, constantemente, determinan a nuestro narrador (sea Lulu o Bazin o Víctor o esas imágenes de piedra que lo desconciertan cada vez que se cruzan en su camino o las arañas que invaden el relato).
Ni está bien conseguida la introducción brumosa, grumosa e imperfecta de Kafka y su “metamorfosis”, inicialmente subrepticia, crecientemente visible y finalmente explícita. Esta presencia desconcierta tanto como distrae, presintiéndose innecesaria y restándole matices a un texto, por sí mismo, lo suficientemente desconcertante e inquietante como para no necesitarla.
En definitiva, este ‘Travesti’ (Impedimenta, 2021) nos ofrece una lectura posible, la de Baudoin, de la obra de Cărtărescu pero que es, en nuestra opinión, demasiado unidimensional y lineal; máxime si tenemos en cuenta que uno de los objetivos artísticos del texto original es el de, precisamente, romper esa linealidad en mil pedazos, presentándonos más un caleidoscopio de alternancias y colores, que una interpretación de la pesadilla de un hombre -que es en lo que se acaba convirtiendo-. Con todo, esta obra también es la prueba de que Cărtărescu ha conseguido su objetivo; pues su texto sirve de base para muchas lecturas posibles de la que esta es una más, si bien no nos parece ni una de las mejores ni una de las más interesantes.