Tribunal de menores nos presenta una serie de cocción lenta, que ataca donde más duele y tropieza cuando intenta sumirse en la acción. Una historia que profundiza en los claroscuros de la humanidad desde la más tierna infancia. Tribunal de menores es una producción dirigida por Hong Jong-Chan y emitida en Netflix.
Una jueza que odia a los delincuentes juveniles. Un tribunal de menores olvidado a ojos de muchos. Una ley de protección del menor puesta en tela de juicio y decenas de casos complejos que pondrán a toda la sociedad de cabeza.
El punto fuerte de la serie lo encontramos en la jueza Shin Eun-seok. Es un personaje refrescante dentro del panorama de los doramas y de las series policíacas y legales en general. No son infrecuentes los protagonistas excéntricos en este tipo de producciones, pero casi siempre son hombres. La soberbia, la genialidad y la mala leche solo parecen ser admisibles cuando es un hombre el que les da nombre a estas características.
Cuando un personaje femenino protagónico tiene un cargo de responsabilidad como el de la jueza Shim, suele manifestar un carácter responsable, amable y visiblemente empático. Ejemplos de ello son la inspectora Beckett en Castle o la agente Teresa Lisbon en El mentalista. En ambos casos son ellas las que tienen que cargar con el personaje excéntrico, siendo ellas las responsables, las que asumen las consecuencias, las serias. Que no es que la la forma de ser de esos dos personajes sea algo malo, el problema es cuando se limita a los personajes femeninos a encajar en un único tipo de perfil y siempre tienen que ser la niñera del que se le perdona todo por ser un genio.
La jueza Shim es singular dentro de su ostracismo, con sus propios rituales, manías y formas de trabajar. Parece tener tanto tacto como un cañonazo y es perseverante hasta la extenuación. Con el paso de los capítulos vamos comprendiendo el por qué de su personalidad y motivos ya que su arco narrativo se ve afectado por todos y cada uno de los casos en los que se ve implicada en mayor o menor medida. Todo esto llevado a cabo con destreza por la actriz Kim Hye-su.
En general el trabajo con los personajes femeninos me pareció muy interesante ya que muestra y señala un gran abanico de personalidades e historias muy diferentes entre sí. Desde adolescentes a adultas, delincuentes o víctimas, la amalgama de caracteres es muy variado y enriquecedor. Me gustó el trabajo de la jueza Na Geun-Hee, interpretada por Lee Jeong-eun. Una profesional dura que se ha visto obligada a emprender una carrera de méritos para conseguir el puesto en el que está, cosa que no se ve reflejada de forma tan obvia en personajes masculinos como el juez Kang, interpretado por Lee Sung-min.
En líneas generales Hong Jong-Chan hace un buen trabajo dirigiendo el cotarro y consigue muchas escenas de una viveza emocional descarnada. Logra que los mensajes impacten y calen con una sencillez pasmosa. Aunque meter escenas de acción fue, para mí, un gran desacierto. No porque técnicamente estén mal hechas, son aceptables, pero cortan completamente el ritmo que intenta construir y mantener durante toda la serie. Y bueno, no tienen ningún sentido, también hay que decirlo.
Cuidado con…
Familias conflictivas, pandillas, prostitución, drogas, violaciones, robos… Los casos corren por muchos caminos distintos, derivando en juicios, centros de menores, penas y castigos, y casas de acogida. Todos los casos son muy crudos. No voy a entrar en detalle de ninguno en particular, pero quería dejar constancia de que se tocan esos temas por ser de índole sensible y que puede haber usuarios que no quieran verla por esa razón.
A través de la perspectiva de distintos adolescentes, desde los delincuentes juveniles a las víctimas, la producción hace un análisis detallado de algunos problemas que afectan a la sociedad juvenil surcoreana y que frecuentemente son ignorados o pasados por alto. Es una carta en defensa de los derechos de la infancia y del camino que queda por recorrer.
Ellas, las que cargan la mochila de piedras
La responsabilidad emocional es un factor muy presente en la sociedad surcoreana, relegada a la figura materna. Durante las investigaciones, interrogatorios y juicios, siempre son las madres las que se disculpan atormentadas, como si los delitos los hubieran cometido ellas, o como si sus hijos y sus acciones fueran únicamente responsabilidad suya. Es el castigo de la mala madre, de las decisiones egoístas y equivocadas. Es algo presente desde las madres de los niños hasta en la de los adultos.
La carga emocional no se ve reflejada en los hombres de igual manera porque la sociedad no les acuña esa responsabilidad. Se disculpan, se apenan, pero no sufren del lastre social que ahoga a las mujeres, y la producción hace mucho hincapié en señalar la problemática de esa desigualdad.
Debido a la primera escena de la serie podemos comprender que, o hay un error gordo de guion o nos esperan futuras temporadas. De cualquier forma, la serie cierra eficazmente el arco narrativo principal y puede verse como un producto completo.