Las historias necesitan ser memorables para el lector, hacerse un hueco en su mente al menos durante el tiempo que dure la lectura. Es lo mínimo que espero de un buen libro, que me haga estar presente en su mundo mientras sus puertas permanecen abiertas. Un flechazo a la luna va un paso más allá y se esfuerza por colarse también en el corazón del lector gracias a su reinterpretación del mito de Chang’e y Houyi y, sobre todo, sus elaborados personajes.
Un flechazo a la luna es la novela de fantasía de Emily X. R. Pan publicada en español por el sello Puck.
Luna y Hunter han crecido separados por la enemistad irreconciliable de sus padres. Los mismos que esconocen que tienen más en común de lo que quieren aceptar o están dispuestos a creer.
En cuanto sus vidas se cruzan, dan comienzo encuentros a escondidas, sucesos incomprensibles y, ¡magia! Cuánto más luchan por estar juntos, más fuerte es la oscuridad del mundo y los secretos que éste guarda. ¿Será capaz de superar lo imposible?
¡Oh, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres Romeo? Aunque el caso más famoso de un trágico romance de dos jóvenes cuyas familias están enfrentadas desde el origen de los tiempos se encuentra entre las palabras de Shakespeare con Romeo y Julieta, éste no fue, desde luego, el primero. Antes ya existían múltiples mitos, cuentos, fábulas y poemas cruzando el mundo.
Un amor conflictivo, dulce y atribulado va más allá de la época, el idioma y la clase social. Uno de esos casos se encuentra en la historia de Chang’e y Houyi: el recuerdo de la diosa china de la Luna y su amado dios arquero. Aunque hay diferentes versiones del relato, coinciden en que ambos parecen destinados a mantenerse separados por toda la eternidad, siempre amándose en la distancia.
Un flechazo a la luna es una novela melancólica, agridulce y, aún con todo, sumamente pacífica. Lo cual supone una mezcolanza extraña, puesto que la trama vive de la constante incertidumbre que la autora va alimentando sin parar.
Pan decidió dividir la narración en base a los diferentes personajes y, aunque en todos los capítulos se mantiene el uso de la tercera persona, siempre cambia el ritmo y el estilo según el personaje que lidere el capítulo. Esta es una de las decisiones más importantes de la novela, puesto que es lo que le permite observar con detalle a cada uno de ellos y comprenderlos.
Quizás empatices con ellos, quizás no. Quizás te miren fijamente, señalando lo que menos te gusta de ti mismo y, a su vez, recordándote que eres algo más que eso. Quizás te recuerden que el mundo, aún cuando todo parece destinado al fracaso, posee luz y esperanza.
Entre todos ellos, se forma un amalgama de buenas decisiones hechas con malas intenciones y malas decisiones hechas con buenas intenciones y, luego, todo el camino que encontramos en medio. Resulta que los terribles, desastrosos y malvados vecinos al final no lo son tanto, mientras que los perfectos y buenos vecinos no viven una vida tan inmaculada como parece. Más allá del ego, la frustración y la tristeza, ambas familias tienen más en común de lo que cabría esperar.
El único personaje que no logra establecer esa conexión humana con el lector y, por tanto, falla, es Huang. En una novela cuya esencia se encuentra en el descubrimiento de las múltiples capas de los personajes, Huang se convierte en alguien plano y sin ninguna riqueza. Apenas una sombra extraña con la que asustar a los niños por la noche.
En realidad, eso es algo que podía funcionar cuando no era más que un «fantasma», un terror nocturno que atenaza a los Yee desde el fondo de su mente. Sin embargo, cuando adquiere presencia humana y real y, sobre todo, ejerce como antagonista, cualquier peso que hubiera ganado se desvanece en el viento.
Sus decisiones y acciones son demasiado yermas y enmudecen en comparación con la magia que se desborda a su alrededor. La historia habría avanzado prácticamente igual si Huang hubiera seguido siendo un terror aumentado por la mente y el miedo.
Un flechazo a la luna es un relato enternecedor y cálido, amargo y dulce. Como una infusión de lavanda y salvia muy cargada. Consigue la extraña y melancólica felicidad incierta de Gara y Jonar, Orgeo y Eurídice, y Orihime e Hikoboshi.