David Lodge

Comienzo esta reseña sobre la última novela de David Lodge (Londres, Inglaterra, 1935) publicada en España con dos libros suyos sobre mi mesa. A mi derecha, la novela, «Un hombre con atributos» (Impedimenta, 2019; originalmente publicada en 2011): un monumental repaso a la figura de H.G. Wells. A mi izquierda, uno de sus ensayos más celebrados y traducidos, «El arte de la ficción» (Austral, 2017; originalmente publicado en 1992): un repaso, a partir de pequeños fragmentos de obras clásicas, a los mecanismos internos de la ficción, perfecta obra introductoria tanto para lectores como para escritores. Casi dos décadas separan a ambos libros y, sin embargo, los dos están íntimamente conectados, pues poseen muchos más puntos en común de los que pudiera parecer.

El primero y más obvio es que ambas son obras sobre la literatura. Desde perspectivas distintas, eso sí, pero sobre el mismo objeto. Pues mientras su ensayo se centra en analizar los mecanismos internos, las técnicas narratológicas a disposición, para operar el milagro de la ficción. En esta magnífica novela, a partir de H.G. Wells, observamos desde el exterior cómo la creación literaria convive y se relaciona, imbricadamente, con la vida misma; muchas de las obras de Wells son incomprensibles sin conocer sus -a veces contradictorias- posiciones morales e ideológicas o su problemático compromiso con la Sociedad Fabiana. Un análisis que nos lleva al actualísimo debate sobre si es posible (o no) separar la extraordinaria obra creativa de la discutible vida de su autor.

Otro punto de conexión está en la impresionante panoplia de recursos técnico-narratológicos de los que Lodge hace uso práctico aquí. Se trata de desgranar a H.G. Wells, de analizarlo en toda su complejidad, multidimensionalmente, tocando los principales puntos de interés que tiene su figura (y que son muchísimos). Y, para ello, recurre a una fluida mezcla de realidad y ficción donde los libros que escribió, las cartas que redactó, las declaraciones que hizo o las opiniones que suscitó en quienes convivieron con él, se mezclan hábilmente con la reconstrucción ficcional de las situaciones que vivió o las emociones que pudo haber experimentado, para darnos una reconstrucción literaria lo más próxima posible a la verdad.

Un hombre con atributosY esto nos lleva al tercer punto: a cómo el autor nos define, mientras elabora su obra, su idea de qué es la literatura como arte, y de cómo esta arte se relaciona con la realidad en la que sucede. Para Lodge, la literatura es un mecanismo de exploración no de la realidad (algo que nos dejaría ante una simple descripción) sino de la verdad: de averiguar las causas tras aquello que sucede. En una novela claramente metaliteraria, como es ésta, de buscar las causas motoras del fenómeno creador, de lo que relaciona al autor con su obra, de lo que sucede entre que la creación tiene lugar y que el lector accede a ella. Lo que no es, para Lodge, nada distinto de conocer íntimamente al autor y a su circunstancia.

La magia de Lodge ocurre cuando este conocimiento consigue distanciarse claramente de la biografía. La literatura no es biografía. Va más allá de los hechos probados y de los documentos existentes: encuentra los huecos y completa los vacíos, buscando una coherencia imprescindible para que todo tenga sentido, y dotar así al personaje y su contexto de una luminosa vida. Haciendo así, si la base es sólida, se podría aproximar verosímilmente la obra a la Verdad. La literatura tiene ese poder. Y David Lodge lo ejerce aquí con una pasmosa sencillez, haciendo fácil lo difícil, llevándonos de la mano por la vida de un H.G. Wells que, moribundo, busca saldar cuentas con su pasado.

Así comienza «Un hombre sin atributos» (Impedimenta, 2019). Un interesante motor narrativo a partir del cual se despliegan otras técnicas narratológicas, desde la autoentrevista hasta la reconstrucción de documentos reales, pasando por voces narradoras que van cambiando desde el narrador omnisciente hasta el testigo, para repasar la vida y obra de un hombre complejo. Un mujeriego empedernido capaz de mantener varias relaciones a la vez, mientras defiende los valores de la familia tradicional y el progreso del rol de la mujer en la sociedad. Un hombre capaz de impresionar a las más jóvenes, por su visión moderna del mundo y su arrolladora personalidad de triunfador. Pero también un marido y un padre problemático, generador de dolor, de insatisfacción y de frustración.

Pasan las páginas volando entre nuestros dedos

Políticamente, Wells era un socialista científico para el que la Ciencia tenía el potencial de ordenar las cosas, de proponer nuevas y mejores formas de hacerlo todo, consiguiendo así una vida mejor y más feliz para más gente. Mientras ese potencial no llegaba a hacerse realidad, compartía su visión dentro de la Sociedad Fabiana, una elitista y cerrada organización burguesa que se decía socialista pero que, en realidad, se mostraba más interesada en proteger el statu quo de sus dirigentes que de hacer reformas para ampliar su base social y conseguir sus objetivos explícitos (algo que suena bastante actual y conocido, ¿verdad?). Wells gastó ingentes esfuerzos a lo largo de su vida escornándose contra los muros de esta élite burguesa una y otra vez.

Pasan las páginas volando entre nuestros dedos, mientras conocemos cada vez más a un H.G. Wells obsesionado con su imagen pública, con su paz familiar y con su coherencia socialista; un triple objetivo que verá varias veces expuesto al riesgo por su incontrolable tendencia a mantener relaciones con otras mujeres fuera del matrimonio o por intentar imponer su voluntad en sus relaciones con los demás. Así, tenemos aquí una novela apasionante sobre una figura personal compleja -aunque bastante desconocida-, con una obra relevante e incontestable en la historia de la literatura universal contemporánea. Una novela con la que disfrutar y que está, sin duda, en la cumbre de la ficción de su autor y de la literatura inglesa contemporánea. Imprescindible.

Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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