Menos es más. Y en esta novela, que es también un tratado sobre la naturaleza humana, mucho más.
Del legendario samurai Miyamoto Musashi —que fue también un renombrado pintor y escritor, autor del célebre tratado El libro de los Cinco Anillos— se cuentan muchas historias.
Varias tienen que ver con el hecho de que librara algunos de sus combates, incluido el más famoso de sus duelos, armado no con una katana de acero, sino con un largo bastón de madera. Su estilo y habilidad eran tales que no necesitaba los tajos de un filo cortante para salir airoso.
Como aquel guerrero japonés, el escritor canario Alexis Ravelo parece haber alcanzado un punto de su trayectoria literaria en el que puede permitirse una austeridad máxima de herramientas narrativas y —pese a ello, o a consecuencia precisamente de ello— firmar una novela redonda. Porque Un tío con una bolsa en la cabeza, publicada hace pocas semanas por Ediciones Siruela, lo es.
«El daño que haces. El daño que haces no lo haces por inquina, por odio, porque seas un sinvergüenza. Lo haces porque los demás se te cruzan por delante, te cortan el paso. Porque sus intereses chocan con los tuyos. Porque lo que te conviene a ti no les conviene a ellos o lo que les conviene a ellos no te conviene a ti. A veces son esos enanos con látigo, gente que quiere poder y no lo tiene y por eso te jode el día a día, como Gómez nos lo jodía. Otras, solo son palos que al camino que va colocando en las ruedas, gente que está por en medio»
Gabrielo, alcalde de San Expósito (no busquen ese municipio canario en el mapa, ni al santo en el santoral) es asaltado en su propia casa por dos desconocidos. Tras robar el dinero que encuentran más a mano lo abandonan allí, maniatado y con la cabeza metida dentro de una bolsa de basura azul. Perfumada, eso sí.
Lo hicieran por descuido, por impericia o por voluntad homicida, eso supone una sentencia a muerte para Gabrielo. Una muerte lenta por asfixia. Solo un guiño afortunado del destino podría salvarlo. ¿Llegará alguien no esperado que pueda liberarlo a tiempo? ¿Habrá algún agujerito en la bolsa que deje pasar un hilo de oxígeno del que pueda pender su vida?
Mientras forcejea tratando de romper la bolsa, Gabrielo emplea los que pueden ser sus últimos minutos en este mundo en rememorar el pasado. Emprende la que podría ser una investigación preliminar de su propio asesinato, tratando de averiguar quiénes y por qué lo asaltaron.
Ese monólogo interior del protagonista, impulsado por el tsunami cerebral que dicen precede a la muerte, es un recorrido por tres generaciones de corrupción política municipal. Del desarrollismo tardofranquista a la eclosión inmobiliaria de la democracia. Del caciquismo tradicional al populismo de las redes sociales. De la opacidad a la transparencia… solo aparente.
Pero también es una vívida y creíble reflexión sobre los mecanismos del poder, la esencia de la ambición, los vínculos con el pasado, la importancia de los lazos familiares, las relaciones de pareja, la naturaleza de la amistad, el paso del tiempo, la caducidad de la lealtad, el peso de la soledad, la tragedia de la pérdida de un ser querido…
Todo con esa formidable capacidad de Ravelo para convertir personajes de papel en personas de carne y hueso.
«No digo que haya algo al otro lado. Ni siquiera que haya otro lado. Pero ya no me siento respirar. No me siento desde hace mucho. Desde hace mucho, nada físico. Solo la mente. El recuerdo. Los cuando, los así que, los por eso, los en cualquier caso. Soy mente. Soy memoria. Soy cabeza. Cabeza en bolsa de basura. No sé si respiro, pero no lo siento. Tampoco veo. Intento abrir los ojos y, de hecho, noto los párpados como si tuviera abiertos, pero no veo absolutamente nada. Antes, al menos, podía ver la nada azul de la bolsa. Ahora ni siquiera es azul. Tan solo es nada.»
La novela resulta absorbente. Atrapa al lector desde sus primeras páginas y ya no lo suelta hasta el final. Es de esas que despierta el hambre de saber más con cada página. Un apetito glotón que, lejos de disminuir a medida que se avanza, se va agudizando.
Dos incógnitas, como dos espuelas, azuzan el ritmo de lectura:
¿Morirá o se salvará, finalmente, Gabrielo? ¿Quién, de entre todos sus enemigos y de entre alguno de sus amigos, puede estar detrás del asalto?
Curiosamente, tres de los mejores libros que he leído este año, El infinito en un junco, Retrato de mi doble y Un tío con una bolsa en la cabeza —todos con el sello de Ediciones Siruela— tienen algo de literatura oral. Las palabras escritas en ellos resuenan en la cabeza del lector como si el narrador se las estuviese diciendo de viva voz (o no tan viva, en el caso del último, dada la bolsa que recubre la de Gabrielo).
Al final del libro se hace mención a los autores cuyas obras son, directa o indirectamente, citadas a lo largo de la novela. Son nombres como Juan Rulfo, Nicolás Maquiavelo, Juan Gelman, Immanuel Kant, Martin Heidegger, Italo Calvino y muchos otros.
Y es que esta novela corta —lo bueno, si breve…— es no solo un magnífico pasatiempo, sino también un educativo tratado sobre la naturaleza del ser humano y de la sociedad. Al menos, de la nuestra.
«He sido memoria desde que empecé a morirme. He estado dentro de ese time-lapse, dentro de ese tsunami cerebral desde que empecé a respirar el producto de mi propia respiración, desde que todo se convirtió en un infierno azul de asfixia.
Pero ahora soy más memoria que nunca. Y la memoria es también infierno. En ese infierno están todos aquellos a los que un día hice mal o a quienes no supe hacer bien. Y este mundo, este país que hemos ido hundiendo en la nada negra de la infamia. Yo y los que son, han sido o serán como yo. Y no solo nosotros, sino quienes permiten que seamos así, los que prefieren la injusticia al desorden, la paz al progreso, esos que prefieren dejarse engañar. Ese es el infierno que hemos edificado entre todos.»
Encuadernado en rústica con solapas, el libro sigue la línea sobria y elegante de la Colección Nuevos Tiempos de Siruela / Policiaca, cómoda de leer.
Un consejo: antes de caer en la crítica fácil a la fotografía de cubierta, recomiendo al lector que reconsidere su punto de vista y que espere a leer el desenlace del libro.
Obtuvo el Premio Hammett a la mejor novela negra por La estrategia del pequinés, que ha sido llevada a la gran pantalla.
En Siruela ha publicado La otra vida de Ned Blackbird (2016), Los milagros prohibidos (2017), La ceguera del cangrejo (2019) y Un tío con una bolsa en la cabeza (2020).