Portada de "Una Educación Mortal" de Naomi Novik. | Fuente: Umbriel Ediciones.
Portada de «Una Educación Mortal» de Naomi Novik. | Fuente: Umbriel Ediciones.

Ni hormonas ni arrebatos, cuando una horda de monstruos quiere hincarte el diente como si fueras un cannoli relleno de médula, más te vale correr. Una educación mortal es el primer libro de la trilogía de Naomi Novik, autora de otros títulos como Un mundo helado, publicada por Umbriel.

Ser devorado hasta que no quede de ti ni siquiera el recuerdo no es algo que se le desee a nadie, mucho menos a los niños magos que son la víctima predilecta de los monstruos. Para sobrevivir el tiempo suficiente para llegar a la edad adulta a la comunidad mágica no se les ocurrió otra idea que crear un internado ubicado en ninguna parte, sin padres, profesores ni vacaciones. Pero ni siquiera en ese lugar están a salvo. La muerte acecha en cada esquina y el objetivo final de todo estudiante es sobrevivir. El Higgins está cursando su tercer año en la Escolomancia y, aunque no tiene aliados y sus planes de bombero torero se tambalean cada dos por tres, está haciendo todo lo posible para salir de allí con vida. Pero entre sus múltiples planes no estaba el ser salvada por Orion Lake y su brillante armadura, mucho menos darle las gracias. Antes le pateaba el culo hasta que cayera rodando por las interminables escaleras del internado. O eso le gustaría creer, porque en un mundo en el que las alianzas lo son todo y ella no tiene ninguna, se dio de bruces con un amigo.

Al empezar, parecía como si Novik hubiera cogido unos cuantos muros de Hogwarts, unas chispitas de Los Juegos del Hambre, muchas cosas terribles y el caldero hubiera explotado. De ahí no salieron las Supernenas, pero viendo el poderío y la mala leche que se gasta El, pues casi-casi. De todas formas, esa es una impresión gratamente momentánea. Novik aprovecha toda oportunidad que se le presenta para explicar las reglas y normas de su mundo y hacerlo independiente a lo demás.

Cuando estás en una jaula gigante seguirás sintiéndote como una presidiaria, da igual lo grande que sea. Más aún si te pasas cuatro larguísimos años ahí metida, sin un mísero rayo de sol ni una brisa que no huela a humedad o, peor, a tripas. No, son cuatro años en un sótano sin ventanas con la agradable compañía de un montón de monstruos pringosos, con unas garras capaces de hacer trizas los diamantes o unos dientes peores que las agujas. Por si fuera poco, hay bichos maliciosos y podredumbre hasta en la sopa, así que ni comer tranquilos pueden. Hay tantos bichejos por todas partes que me sorprendió que no hubiera ninguno esperando a su presa como una serpiente escondida en el interior del váter. Menuda forma de desaparecer de la faz de la tierra.

Novik juega mucho con el equilibrio cósmico y lo utiliza sobre todo para poner en perspectiva a Orion y a El, cada uno en un extremo, a la espera de que en cualquier momento colisionen como dos estrellas gigantescas demasiado cercanas la una de la otra. Lo jodido es que todo el mundo ve la relación entre esos dos con el mismo temor que quien se ve venir la formación de un agujero negro que los escupirá a todos al vacío.

Ellos dos no son las únicas estrellas de la novela, por mucho que deslumbren. Podemos ver a otros personajes como Aadhya y Liu, así como las constelaciones que forman. La historia la conocemos desde la perspectiva de El, que no es sociable ni cuando lo intenta, así que a veces son apenas retazos.

Novik se moja haciendo referencias claras a la desigualdad social que se vive en la Escolomancia provocada por la brecha entre clases, auspiciada por la diferencia entre los magos de enclave y los independientes. Esta división no solo se resume en una vida más cómoda y con poder, si no también en un mayor índice de supervivencia. Esto es algo que repatea a El de un millón de formas diferentes y, créeme, te lo hará saber.

Aunque el mundo de la Escolomancia es ambiguo, lleno de una moralidad turbia, Novik no se detiene en señalar los límites morales que existen entre la comunidad mágica y los que defiende la propia El, que por muy cínica que quiera parecer es más firme en su ética personal que la mayoría de los alumnos con los que convive. Aún si esa terquedad tan férrea se debe a un deseo tan egoísta como no convertirse en un monstruo en lugar de un deseo original por la seguridad de los demás. El tiene la misma energía que un murciélago del tamaño de un cóndor. Aterradora a primera vista y haría salir por patas a cualquiera con dos neuronas al ver la mala leche que se gasta y su lengua afilada, pero al final resulta que solo quiere comer fruta y que la dejen en paz. Un personaje intrigante por estar rodeada de una bola de odio que esconde el miedo fiero que la corroe por dentro.

Con Una educación mortal, Novik crea un mundo mágico lleno de peligros, mucha mala suerte y algo de chispa. Chispa con capacidad de incendiar un bosque, pero chispa al fin y al cabo. Un primer paso para una historia intrigante que baraja otras perspectivas del héroe de brillante armadura y la bruja malvada.

Carolina de León
Periodista, camarógrafa y escritora. Con muchas historias que ver, relatos que escribir y memorias que vivir.

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