Hay dos episodios de Northern Exposure (Doctor en Alaska) que para mí calaron muy profundo. El primero, el 18 de la temporada 3, “Wake Up Call” que termina con el cascarrabias de Maurice Minnifield tocando su gaita escocesa en el tejado de su casa al anochecer y el segundo, “Mud and Blood”, donde Holling, el propietario del bar Brick, necesita volver a la tierra y mancharse las manos arando el campo sin utilizar animales de carga (y que lo deja para el arrastre).
A lo largo de la historia de la televisión han sido muchas las series que han explorado el concepto de los urbanitas llegando al campo, con más o menos fortuna, y han retratado de manera cómica esta transición. En la mayoría de estas series, después del rechazo inicial, encontramos que la vida en el campo reconforta el alma de los protagonistas y al final acaban asentándose en aquello que tanto odiaban. Desde Doctor en Alaska, anteriormente La doctora Quinn o incluso la divertidísima Resident Alien (en este caso un extraterrestre de un planeta superior a la Tierra que viene a exterminar a todos los humanos y que acaba convertido en un doctor rural), siempre ha habido una comicidad entrañable en este tipo de series. Y esto es lo que pasa con Under the Vines que, sin ser Doctor en Alaska ni tener un planteamiento revolucionario, nos ofrece en su primera temporada una serie cálida, amable y reconfortante (cuando hablo de esto me refiero a lo que se siente cuando se ve “Las chicas Gilmore”, una paz espiritual y la necesidad de que nieve fuera mientras se está con una taza de té caliente y una mantita en el sofá).
Stanley Oakley ha muerto: una herencia envenenada como punto de partida
La noticia de la muerte de su padre adoptivo pilla a la australiana Daisy (Rebecca Gibney) en una fiesta benéfica donde sus intentos de ligar con jovencitos y su economía saltan por los aires al descubrir que está en bancarrota y su tarjeta ya no puede aceptar más transacciones. Una llamada desde Nueva Zelanda la informa de que es la única heredera de todos los bienes de Stanley.
El abogado Louis Oakley se despierta en el calabozo después de protagonizar un vídeo viral en el que pasea desnudo por Picadilly Circus tras haber arrojado sus pantalones y ropa interior al Támesis. Cuando va a recoger a su hijo del colegio y se enfrenta a Simone, su esposa, que le ha puesto los cuernos y cuya relación se está enfriando como la Antártida, recibe una llamada de Nueva Zelanda: es el único heredero de los bienes de Stanley Oakley, su tío.
Desde Londres y Sídney, Daisy y Louis cogen sendos aviones hasta Peak View con la intención de coger el dinero de la herencia, vender lo más rápido posible los bienes y volver a sus respectivas vidas. Pero no es tan fácil, puesto que todo lo que tenía Stanley a la hora de su muerte es un enorme viñedo, una casa y un gato de tres patas llamado Pussy Galore. La vendimia y el festival anual de viticultores se acercan y Daisy siente, como Holling, el llamado de la tierra mientras que Louis rechaza de pleno todo lo que tenga que ver con el viñedo.
Louis y Daisy: un cásting perfecto
No voy a negar aquí que siento una admiración de proporciones estratosféricas por Charles Edwards. Me parece un actor como la copa de un pino y todo lo que hace, lo borda. Así que, cuando me enteré que era el protagonista de “Under the Vines”, tenía la obligación de ver la serie. Y sin embargo, llegué por Edwards y me quedé por Gibney.
Rebecca Gibney, Daisy: la reconversión de la pija de ciudad
Rebecca Gibney interpreta el papel de una pija de manual, ya con sus años, que vive la vida despreocupada, de fiesta en fiesta con su amigo gay, Griff para consolarla. Su relación con Stanley desde la muerte de su madre se resumía en el envío de la misma cesta de Navidad todos los años con la misma tarjeta de felicitación. Cuando hereda el viñedo su intención es cobrar todo el dinero y volver a sus fiestas pero, al enterarse de que todo lo que se lleva es un trozo de tierra y una casa que se cae a cachos, su actitud cambia y decide hacerse cargo de la finca a su estilo.
Aunque pueda parecer histriónico en un principio, el rango de actuación de Rebecca Gibney es perfecto y ofrece muchos registros. Verla andar con tacones de aguja por la tierra seca de Peak View sin perder un ápice de dignidad es una delicia y la evolución del personaje, aunque manteniendo su gusto por los hombres mucho más jóvenes que ella, sigue un hilo de afecto de los de mantita en el salón y lagrimilla resbalando por la mejilla. Además, con Edwards tiene una química perfecta por más que Louis se empeñe en fastidiarlo todo cada vez que tiene que tomar una decisión.
Para mí, Rebecca Gibney es un diez. Llena la pantalla con su presencia y cada escena dramática es un dechado de virtudes de la actriz neozelandesa, que pudimos ver también actuando y escribiendo en Winter.
Charles Edwards, Louis, Picadilly Willy: el actor todoterreno
ROWAN: Bye, Picadilly Willy!
LOUIS: Don’t call me that!
Se nota y se disfruta que Charles Edwards sea el actorazo que es. Aquí tiene que ser el entrañable Louis, borrachín y agitado por una vida que no desea (la de Londres y la de Peak View), enamorado de Simone aunque ella siga saliendo con Horst a escondidas, un padre al que le gustaría ser más atento con Julian pero que su trabajo ha absorbido por completo y, sobre todo, un educado inglés que respeta los tiempos. Es obvio que tiene una química especial con Daisy pero las circunstancias no permiten que acaben juntos (por ahora, espero) y hacen una pareja actoral impresionante y muy compenetrada, y mira que odio las historias de amor pero es que, por dios, Daisy, ¡date cuenta!
Recientemente Charles Edwards subió un vídeo a redes sociales en el que leía de manera dramatizada, “We like to party”, de los Vengaboys (sí, sí, yo también puse esa cara). Miren, nunca me sentí peor en mi vida respecto a la marcha de un actor en series como cuando Michael Gregson desapareció en Alemania en Downton Abbey. Edwards es espectacular en todo lo que hace (Celebrimbor, por dios) y es una pena que no lo podamos ver en más cosas en España porque no se han estrenado aquí. Mientras tanto, “Under the Vines”, “The Crown”, “Downton Abbey”, “The Rings of Power” o “Filomena” nos dejan disfrutar de su registro y espero que por mucho tiempo y que nos llegue, la actuación en esta serie es para enmarcar.
Tippy, Gus, Nic, Vic, Marissa, Don, Griffin, Julian: los secundarios especiales que dan empaque a todo
Por supuesto, en toda historia tiene que haber unos antagonistas y aquí son los estirados vinateros Marissa y Don, de Shimmering Lake Wines, acostumbrados a ganar la medalla de oro anualmente en el concurso de vinos de la zona y con una finca y un nivel de vida que harían envidiar al mismísimo Rockefeller. Marissa se ríe de los nuevos dueños de Oakley Wines y realiza un mal cálculo de sus posibilidades mientras que su marido Don se entretiene haciéndose amigo de Louis y hablando con su cerdita Wanda. Esta pareja da muy buenos momentos a la serie, especialmente cuando se hace el showcase de vinateros de la zona y con los continuos enfados de ella cuando los Oakley empiezan a intentar remontar el negocio.
Sin embargo son Tippy y Gus los secundarios que más calan. Tippy es una chica maorí que siente una tremenda pasión por el vino y que lleva trabajando toda su vida para el malogrado Stanley. Su creación, el Oakley Vintage, abre los ojos de Daisy y la hace replantearse su futuro. Porque Tippy sabe lo que hace aunque sea un poco gruñona y antisocial, tiene las ideas muy claras. Por su parte, Gus, amigo de Tippy es un trabajador parco en palabras pero que siempre está dispuesto a hacer lo que sea para no perder el techo bajo el que duerme. Estos dos dan muy buenos momentos y, cuando llega Griff, el amigo actor de Daisy de visita, se producen los momentos más tiernos de la serie a pesar de que todo parece que va a acabar mal (y hasta aquí puedo leer).
Nic y Vic son una pareja de agricultores menores bastante peculiares. Ella se dedica a hacer esculturas no binarias de cabras de la fertilidad y él es abogado. Son intensos y pasan muchísimo tiempo volviendo locos a Daisy y Louis con sus problemas pero son tan entrañables y sencillos que le dan mucha calidad a las relaciones que se desarrollan en la serie.
Por su parte, Julian y Simone representan lo que Louis dejó atrás en Londres. Julian está dispuesto a aceptar que su padre no va a volver a Inglaterra y Simone, aunque reacia a volver a tener una relación con su marido, se da cuenta del cambio positivo que estar en Nueva Zelanda está teniendo en Louis y querrá volver a retomar su matrimonio. Sinceramente, no creo que eso suceda pero sí, en este tipo de series es necesario (sobre todo si me das escenas como las de Louis arrastrándose por el fango y humillándose a sí mismo para recuperar a Simone: priceless).
Under the Vines, temporadas 2 y 3, ¿qué esperar?
La primera temporada termina dejándonos un poquitito de mal cuerpo. ¿Qué esperar de la segunda y la tercera? La tercera temporada está emitiéndose en este momento en la televisión neozelandesa y, por lo que he podido leer, espero mucho que haya una cuarta temporada.
La segunda temporada de «Under the Vines»(me he adelantado algunos episodios) empieza con la llegada de Simone dispuesta a salvar su matrimonio pero claro, Louis ya ha comenzado a sentir un interés especial por Daisy, a pesar de que ella dijera que era el último hombre en la Tierra con quien saldría. Y se viene la época de la vendimia, un momento crucial para el futuro de Oakley Wines, que se plantea agitada por la falta de experiencia y de dinero que tienen Louis y Daisy. Así que esperemos que el buen hacer de Tippy y Gus salven la cosecha y Tippy pueda presumir de otro Vintage al año siguiente.
Miren, hay series, como decía al principio que aunque no vayan a ganar ningún premio ni tengan la intensidad y profundidad de “Mad Men” o “The Sopranos”, merece la pena ver. “Under the Vines” es una de ellas tanto por la historia que se plantea sencilla desde el principio y que luego se va complicando como por la inmensa calidad de los protagonistas y secundarios. «Under the Vines» es, como decían en La Hora Chanante: es como una cesta de gaticos al lado de una estufa. Reconforta, aflige, emociona. Para mí todo un descubrimiento.