No voy a mentir, no tenía grandes expectativas con la película. Quizás porque apenas se había promocionado y llegué a ella casi por accidente a partir de un par de tuits y una tarde aburrida. Pues Henry Selick se las ha apañado para romperme los dientes de un tortazo. Eso me pasa por ir desprevenida. Wendell y Wild es una película de animación en stopmotion, de terror y aventuras, dirigida por Henry Selick y guionizada por Henry Selick y Jordan Peele. Está disponible en Netflix.
Empecemos: Dos demonios atrapados en un infierno. Parece el comienzo de un chiste malo, sabiendo que también tenemos a un cura, una monja y una adolescente con superpoderes, pero así está la cosa. Wendell y Wild desean escapar para poder cumplir sus más malévolos sueños, pero solo lo conseguirán su hacen un trato con Kat, una adolescente punk con muy poca paciencia y muchas ganas de mandar al mundo a hacer puñetas.
Wendell y Wild es una historia que cuenta con un hilado interesante, con una gran cantidad de eventos y muchos pensamientos encadenados entre sí. Mantiene un buen ritmo sin grandes abismos argumentales, con unos personajes a tener en cuenta, trabajo de Pablo Lobato, y un juego de emociones muy variado.
Henry Selick y Jordan Peele crearon una historia donde hay espacio para toda clase de personas y cada uno de los personajes tiene su propia mochila a sus espaldas, unas memorias que contar, una razón de ser y un deseo de futuro. Tenemos a una menor conflictiva metida en el sistema, un chico trans que lidia con la propia aceptación y el choque con el exterior, una mujer nativo-americana que trabaja por lograr que los menores dentro del sistema tengan unas mejores opciones de futuro, una monja amable y con secretos, una directora comunitaria a la que le asusta menos un muerto que una derrota, entre muchos otros. Por no contar a los dos demonios muy guarros y muy soñadores que dan nombre a la película: Wendell y Wild. Están a cargo de las bromas escatológicas y el humor cazurro, y aunque los chistes de mocos no me hacen mucha gracia, pues ellos hasta le ponen encanto y todo.
Hay unos cuantos escenarios y circunstancias que quedan un poco en el aire, ya sea porque los narran a toda prisa o porque no se les da esa prioridad y no aparecen en escena. Entiendo que fueron decisiones marcadas para mantener un buen ritmo. A veces hay que recortar cosas si quieres que la película tenga un ritmo dinámico. En fin, ninguno es central y se le puede dar un poco a la rueda de la imaginación a las preguntas que quedan un poco de aquella manera.
A través de una escandalosa fandarria de terror, Selick dirige un viaje hacia el perdón, la compación, la aceptación y el deseo de vivir en un mundo más sano y empático, y lo hace mediante múltiples caminos y esperanzas. La bondad y la maldad mutan, se transforman y maduran. A veces hace falta un poco de perspectiva para verlo y es lo que realmente destacan Peele y Selick en el guion.
La animación, aunque de entrada pueda parecer una locura por el diseño a veces disparatado de los personajes de Pablo Lobato, tiene una esencia muy fresca, está muy cuidada y mimada. En especial todo lo que concierne a la protagonista, Kat, y los demonios, Wendell y Wild. El cariño con el que trabajaron la animación de los ojos de Kat es muy evidente y de mis rasgos favoritos de la película.
Wendell y Wild nos recuerda que, incluso cuando todo está plagado de oscuridad, de soledad y de dolor, tu camino no está escrito. Nada es definitivo. El siguiente paso es algo que solo puedes decidir tú mismo. Helarte en el abismo o cambiar.