Casey es una adolescente solitaria que pasa la mayor parte del tiempo en su habitación, frente a la pantalla de su ordenador. Intrigada por los vídeos y comentarios sobre un nuevo reto viral llamado “The World’s Fair”, decide entrar la web y probarlo.
Tras una especie de rito iniciático, empieza a recibir mensajes de un misterioso individuo con el que iniciará una relación que cada vez será más íntima. Mientras tanto, se sucederán episodios extraños en los que Casey realizará actos inexplicables sobre los que no tiene ningún control, y que serán conveniente grabados, subidos a la web, puntuados y comentados, en un afán por conseguir una popularidad que es clave para progresar en el misterioso juego.
“We’re All Going To The World’s Fair” es una película muy anclada en el presente, pero con vocación de instantánea del momento histórico que vivimos
Cuando Casey percibe que está perdiendo el control de sí misma y que la relación con el hombre misterioso está tomando tintes inquietantes, decide parar y abandonar el reto para siempre.
“We’re All Going To The World’s Fair” resulta una película fascinante. Partiendo de unos recursos mínimos, poco más de dos actores y dos escenarios (la jovencísima Ana Cobb hace un gran trabajo, sosteniendo casi en solitario la película). Jane Schoenbrun, directora y guionista, construye una historia que consigue atrapar gracias a generar una tensión que crece de manera lenta pero constante.
Generación Z
Aunque los elementos que se pueden considerar de terror son mínimos, la atmósfera enrarecida y el suspense consiguen generar una cierta incomodidad en el espectador, con un estilo que remite a películas como “Paranormal Activity” y al que incluso se le puede reconocer cierta influencia de “Arrebato”, de Iván Zulueta, aunque llevado al territorio digital y de las redes sociales propio de la generación Z.
“We’re All Going To The World’s Fair” es una película muy anclada en el presente, pero con vocación de instantánea del momento histórico que vivimos. Una película pequeña pero fascinante.
