Allá por 1989, la Master System recibía una nueva entrega de la popular saga Wonder Boy (conocida también por Monster World), la cuarta para ser más precisos, conocida generalmente como The dragon’s trap, aunque dependiendo de la zona tuvo diferentes nombres y numeración. Curiosamente, nunca tuvo el número cuatro en su título.
Datos poco relevantes aparte, The dragon’s trap fue muy bien valorado en su momento, aupando a una saga que ya por esa época era de las más conocidas. Aunque llevamos desde 1994 sin ver un nuevo título, los ports y adaptaciones se han sucedido a lo largo de la última década. Una de ellas es la que nos ocupa en este momento.
Lizardcube y DotEmu han elegido la entrega de la saga con la mecánica de juego más curiosa: al comienzo, como humano, nos enfrentaremos de sopetón contra el mismísimo Meka Dragón. Al derrotarlo, una maldición nos transformará en una especie de lagarto, sin protección ni armas pero capaz de echar fuego por la boca. Nuestro objetivo será encontrar a todos los dragones que pululan por el reino para ver si alguno de ellos nos permite eliminar la maldición, aunque pronto veremos que no es así, ya que tras cada lucha con ellos, nos trasformaremos en otro ser distinto, con habilidades totalmente diferentes.
El argumento, salvo algunas escenas del comienzo, es bastante inexistente: explora, busca dragones y avanza según te permitan tus nuevas capacidades como diversas criaturas. No era muy común en los 80 explicar las cosas mucho más allá. En este caso, en vez de rescatar princesas o salvar reinos, nuestro objetivo principal es volver a nuestro estado humano.
La jugabilidad se mantiene prácticamente intacta, ya que este remake se ha trabajado sobre todo en el aspecto artístico. Esto quiere decir que nos encontramos principalmente ante un plataformas al uso, con mecánicas muy sencillas y basado en el buen diseño de sus niveles, bastante sencillotes. The dragon´s trap se caracteriza además por estar formado por un único gran nivel, no por un menú con varias fases menores. Comenzaremos en una aldea donde podremos adquirir nuestro primer armamento, curarnos si lo necesitamos y según vayamos cambiando nuestras habilidades y forma física, podremos acceder a una parte u otra de este mundo.
Pero no nos encontramos únicamente ante un plataformas estándar. Añade toques básicos de RPG, que se traducen en la compra de diverso equipamiento que nos permita luchar en igualdad de condiciones frente a nuestros enemigos. Una buena idea que nos impide la posibilidad de ir directos a por el jefe final de fase, ya que normalmente no le haremos más que cosquillas. Tendremos que repetir niveles para conseguir monedas extra que nos permitan adquirir objetos mejores. Incluso, si ya tenemos un equipamiento adecuado, está bien darse una vuelta antes de atreverse con la fase que toca para acumular disparos especiales y vidas extra, muy escasas, ya que si nos matan volveremos irremediablemente a la aldea y tendremos que volver a repetir el nivel completo.
Estas características, tan raras en los últimos tiempos y tan comunes en aquella época, permiten que Wonder Boy dure un tiempo relevante y no solo un par de horas. Hay que explorar, hay que mejorar, hay que repetir fases, hay que ir con calma y hay que preparase un poco antes de ir a pecho descubierto a enfrentarse a un dragón que lo mismo es mucho más fuerte que nosotros. Para más inri, depende del animal que seamos en ese momento, el equipamiento tendrá un valor u otro, con lo que habrá que cambiarlo continuamente.
Los controles son sencillos y adecuados, se han pulido un poco respecto a los originales pero básicamente se trata de saltar y dar espadazos. Tenemos una serie de ataques especiales limitados, como bolas de fuego o flechas que siempre se disparan hacia arriba que, salvo en contadas ocasiones, no son muy relevantes. Se nota, eso sí, que en algunos casos concretos el movimiento está directamente heredado de un juego de hace tiempo: por ejemplo, al saltar a un pozo, no hay ninguna distinción entre el borde del mismo y el hueco para bajar, lo que conduce a algunas frustraciones en momentos concretos. Pero por lo demás, está muy bien implementado.
Pasamos ahora a hablar de lo verdaderamente importante en este remake: el aspecto técnico. Salta a la vista que la inmensa mayoría del trabajo ha estado enfocada en esta dirección. No solo se han actualizado los gráficos de los personajes y escenarios, sino que se les ha dotado de un aspecto impoluto, de gran calidad y personalidad propia. Destacan, sobre todo, los escenarios, que antes eran simples pasillos o zonas sin mucha personalidad y ahora son castillos en llamas, desiertos y barcos hundidos.
Pero no solo los escenarios: las animaciones de nuestro protagonista, al estilo de dibujo animado, están genialmente realizadas, por encima de la media del género sin duda. El diseño de los jefes finales es también de gran calidad, si bien este aspecto en el tema jugable no ha soportado los años tan bien como el resto de la aventura, ya que sus patrones de comportamiento son muy simples para los estándares actuales.
Pero el aspecto visual no es la única sorpresa agradable que nos encontramos en The dragon’s trap: la banda sonora, compuesta por Michael Geyre en base a los temas del juego original, son de una calidad pocas veces vista en títulos de pequeño desarrollo. Durante el juego, según vayamos avanzando, desbloquearemos diversos extras como láminas y vídeos. En uno de ellos podremos ver el proceso de grabación de la banda sonora y os recomiendo que los veáis.
Para comprender hasta qué punto LizardCube se ha centrado en el aspecto artístico, una curiosidad: podremos, en cualquier momento, cambiar del aspecto gráfico actual al original con solo pulsar un botón. Igualmente, podremos cambiar entre el sonido actual o el original con otro botón, en cualquier momento. No afecta para nada a la jugabilidad, pero como alternativa a dejarnos jugar al juego original como un «extra», en los casos en los que podemos en los remakes de juegos clásicos, me parece una idea muy acertada.
Por último, antes de concluir, no podía dejar pasar un detalle importante: al principio de la partida podemos elegir entre ser hombre o mujer. Una vez más, esto solo afecta al aspecto gráfico y no al jugable. Además, tened en cuenta que la inmensa mayoría del juego nos lo pasamos con aspecto animal. El caso es que, si elegimos a la mujer, el título de juego cambia a Wonder Girl, incluido en la pantalla de inicio y carga. Un buen detalle.
En resumen, un muy buen lavado de cara a un clásico que, si bien su propia jugabilidad lo limita respecto a los estándares de los últimos años, donde hemos visto títulos de nueva factura con más posibilidades, es un ejemplo más que correcto de cómo podemos adaptar un videojuego a los nuevos tiempos. Como su principal ventaja su precioso aspecto visual y sonoro y como contra, que aún con el farmeo de monedas, no dura más de seis horas y que no ofrece muchas opciones de rejugabilidad.