La eterna lucha entre el bando de la Alianza y el bando de la Horda ha vuelto, pero a sus orígenes con World of Warcraft: Classic, el relanzamiento del mmorpg que originó esta vorágine de vidas virtuales en Azeroth con el contenido con el que entró en 2005 en nuestros hogares. Bienvenidos, una vez más, a World of Warcraft.
Porque el videojuego de rol masivo para ordenadores ha regresado con un nuevo motor gráfico y re-programado para adaptarse al hardware actual, aunque no son los únicos cambios que ha recibido. Pero de eso hablaremos más adelante. Lo que de verdad importa es que World of Warcraft: Classic se lanzó hace prácticamente un mes en su versión 1.13, la última que apareció en su día, pero con el contenido “capado” para asemejarse a su lanzamiento original. Todos los parches de contenido que recibió en el pasado se irán sumando a esta versión en forma de fases, hasta seis, que añadirán las diversas raids que se añadieron en el tiempo, sistema de honor, campos de batalla y otros ajustes en botines y equipamiento.
Los jugadores pueden revivir las aventuras que se dan por Azeroth como se plantearon al inicio, sin cambio alguno. Con misiones élite, sin ayudas de ningún tipo, sin brillos sobre los objetos que te indiquen que ese es el que tienes que recoger para la susodicha misión. O con las misiones de clase que muchos echamos en falta, las pre-quest que dan acceso a algunas mazmorras, la obtención de “pre-bis” o la equipación elemental. Todas estas cosas y más que se han perdido con el tiempo pero que se recuperan con WoW: Classic tal y como nosotros recordábamos. O no.
Para explicar un poco esta última frase debemos acudir al segundo párrafo de este texto, y es que el videojuego no se ha lanzado en su primera versión si no con la última, la actualización previa a The Burning Crusade, la primera expansión de este gigante de los mundos virtuales. Ello conlleva a que algunos ítems o mecánicas en la jugabilidad se encuentran en este punto y no tal y como fue en sus inicios. Por ejemplo, las clases están más balanceadas, al igual que las estadísticas de hechizos o el equipamiento que podemos encontrar. También al límite de perjuicios que un monstruo puede tener. Por otra parte la limitación a la hora de adjuntar objetos en el envío de correos también se ha abolido y ahora se permite añadir más de uno.
Un Azeroth conocido
Azeroth es el mismo de siempre. Bueno, matizamos, es el mismo de antes de la llegada de Alamuerte. Las regiones son las originales, las misiones también e incluso volvemos a interactuar con los jugadores en el famoso chat de Barrens, tan activo o más con World of Warcraft: Classic como lo fue en su día. Si recordáis cómo se completaba aquella misión que tanto esfuerzo os costó completar en su día, aquí la reviviréis en todo su esplendor. La aleatoriedad de los objetos caídos de los enemigos al aniquilarlos vuelve a ser bajísima por lo que completar un recado puede llevarnos un buen puñado de minutos.
Creo que hemos dejado claro que World of Warcraft: Classic es ese que tanto nos gustó hace 15 años —salió en 2004 en América, aquí en 2005— y que, aunque con retoques, es lo más cercano al original que hemos podido jugar y con la garantía de que Blizzard está siempre mejorándolo a poco que pase algo fuera de lo normal. Ya se han aplicado diversos “hotfix” para corregir cosas, han trabajado sobre la marcha para arreglar clases y se espera que se sigan haciendo cambios para que la experiencia sea lo más cercana a la que tuvimos hace más de una década. Pero falta comentar el cambio más importante; el layering.
Y es que con la llegada masiva a Azeroth de jugadores sedientos de cazar jabalíes a las puertas de Orgrimmar —o Kobolds si eres Alianza— la empresa sita en California ha creído que lo mejor para soportar tanta carga en los servidores —y aliviar un poco las zonas donde se concentran cientos de jugadores— es añadir capas a los diversos reinos de juego. ¿Por qué? Porque no es nada agradable aventurarnos a completar una misión y que al llegar encontremos a cientos de personas realizándola y ver cómo detrás de tí se acercan otras tantas. Para ello Blizzard ha añadido capas donde dispersa a los jugadores balanceando las zonas en cuestión y mejorar así la experiencia de juego. ¿Lo peor? Que los jugadores han abusado de este sistema viajando entre capa y capa —mediante la invitación a grupo— para fines personales tales como encontrar enemigos raros, plantas exóticas que luego se venden a alto precio en la subasta o simplemente querer alejarse de un gran número de jugadores.
El layering se abolirá en la fase dos con la introducción del sistema de honor, algo que Blizzard tendrá complicado viendo la población actual de jugadores en algunos de los servidores activos. Nosotros, hasta la llegada del reino español, jugábamos en Firemaw y allí las colas que teníamos que soportar para entrar a Azeroth rozaban las diez horas. Es decir, unas 20.000 personas esperando para jugar a las que hay que sumar otra cifra parecida que estaban jugando dentro. Actualmente con la apertura de nuevos servidores y el sistema de migración gratuita este problema se ha reducido considerablemente pero todavía tenemos que esperar para jugar si seleccionamos un reino con la etiqueta “Lleno” al lado de su nombre. ¿Cómo eliminará el sistema de capas Blizzard en la fase 2? Es algo que desconocemos, pero viendo los números y en caso de mantenerse así, será un quebradero de cabeza para los de Irvine.
¿Por qué jugar a World of Warcraft: Classic?
Por muchos motivos. World of Warcraft era un juego muy social, donde cada acción importaba y donde cualquier paso en falso era penalizado. La sensación de progresión en el juego era extraordinaria y cada logro obtenido era un ritual de jolgorio y emociones a flor de piel. Las profesiones tenían su razón de ser y todas eran válidas en diferentes momentos de la aventura. Los clanes eran algo más que una lista de nombres ordenados por nivel o rango y la lista de amigos era una útil aliada a la hora de hacer grupo para mazmorras.
En World of Warcraft: Classic vas a revivir una épica aventura con sus misiones y sus regiones claramente diferenciadas entre sí. Es una gozada volver a caminar por ellas, sin montura, y recordar —o no— ese atajo que te llevaba a otra zona. O descubrir lugares que nunca antes habías visto. Subir hasta el nivel 60 es una fábula extraordinaria donde, si no te importa perderte por Azeroth durante cientos de horas, vas a divertirte de lo lindo.
Encontrarás grupo para casi cualquier contenido del juego, amigos en cada roca o taberna, misiones épicas que te harán adentrarte en lugares misteriosos y tesoros por descubrir hasta debajo del agua. Hayas o no jugado alguna vez a World of Warcraft, es tu deber como jugador volver a sus lugares originales, al menos, por una última vez.
Conclusiones sobre World of Warcraft: Classic
A pesar de que la sociedad actual vira hacia un contenido bajo demanda e inmediato, World of Warcraft: Classic ha roto una vez más todos los record y otorgado a Activision Blizzard un empuje en la bolsa y a sus arcas. Todos han acudido a la llamada de “Vanilla” en masa y el videojuego está más vivo que nunca, aunque para ello se haya echado mano de un Delorean. Totalmente recomendable volver al pasado pues solo hace falta una suscripción activa al juego principal, aunque sea para recordar viejos tiempos. Y es que, World of Warcraft: Classic, es todo un golpe de nostalgia que todavía sigue manteniendo esa esencia que tanto nos gustaba.