En Disney + está disponible desde hace unos días ‘Y: el último hombre’. La serie tiene lugar en un mundo apocalíptico, y en concreto en los USA claro, dónde una disfunción cromosómica ha matado a todos los machos de todas las especies de la tierra. Por el retrete de la historia caen, de golpe, muchos destacados líderes mundiales, figuras referentes en sus profesiones, mientras el resto del mundo cae sumido en el caos. En medio de todo esto, entre los muros de la Casa Blanca, un puñado de mujeres tendrán que retomar las riendas y levantar de nuevo al país… y al mundo.
La premisa es interesante, pero no original. Es una simple inversión del argumento de ‘Hijos de los hombres’ dónde, si en la historia de P.D. James (de 1992) se recurre al final de los nuevos nacimientos y a una mujer embarazada como esperanza para salvar al mundo, aquí es un hombre (el ‘Y’ del título) sobre el que sostendrá la esperanza.
Incluso los mensajes de crítica social en «Y: El último hombre», con fuertes cargas en contra de la polarización ideológica y partidista o favorable al feminismo, se acaban diluyendo o cayendo en el absurdo
Una historia proveniente, a su vez, del cómic de Brian K. Vaughan y Pia Guerra, publicado entre 2002 y 2008, inspirado en su trama en la obra de P.D. James, pero que además desarrolla brillantemente un universo propio, interesantísimo, que la serie malogra en su traslación a la pantalla.
Lo hace porque, en vez de centrarse en el cómic y todo el material original que aporta, bebe (demasiado) de la película de Alfonso Cuarón que llevó la historia de P.D. James al cine en cuanto a su caracterización y atmósfera se refiere. El resultado de querer hacer converger dos historias muy diferentes entre sí, aún a pesar de sus parecidos, es una confusión narrativa y un pastiche de géneros y temas que pierde mucho de su interés cuanto más van pasando los capítulos. Incluso sus mensajes de crítica social, con fuertes cargas en contra de la polarización ideológica y partidista o favorable al feminismo, se acaban diluyendo o cayendo en el absurdo.
Tampoco le ayuda el desperdiciar al cómic de forma tan flagrante, perdiendo prácticamente de vista su estilo y todo el trabajo de caracterización y construcción de escenas que allí se hace. La historia de Vaughan y Pia es substituida por un montón de referencias identificables a distintos géneros narrativos (policial, político, de terror, de misterio…) que convierten toda esta viveza y transgresión originales en un montón de clichés y adaptaciones gélidas a los ojos del espectador.
Una serie confusa, que malogra y desaprovecha un material original de enorme valor
Ni siquiera Diane Lane es capaz de levantar la serie a pesar de su sólida interpretación de la senadora Jeniffer Brown porque el resto del casting es, cuanto menos, mejorable. Amber Tamblyn y Ben Schnetzer sobreactúan lo que no está escrito en sus interpretaciones de Kimberly Campbell (la hija del fallecido presidente) y de Yorick Brown (‘Y’, aprendiz de escapista, compañero de un mono capuchino… e hijo de la actual presidenta accidental, la senadora), respectivamente. Ashley Romans no consigue hacer convincente a su Agente 355. Y el resto de secundarios, cuanto menos en estos primeros cuatro episodios, se han dejado ver entre poco y nada, pudiendo destacar solamente el papel, de momento solo prometedor, de Marin Ireland como la asesora política Nora.
Cuatro capítulos emitidos de momento de una duración variable de entre cuarenta y cinco y cincuenta y cinco minutos; los demás se irán actualizando cada miércoles. En todo caso, no nos quedan ganas de volver a ver nada más de una serie confusa, que malogra y desaprovecha un material original de enorme valor, que da valor sin embargo a otros con lo que poco tiene que ver y que, en definitiva, no sabe cómo resultar ni interesante ni entretenida más allá de su primer capítulo y los primeros minutos del segundo.