Hay vidas que merecen ser contadas y, como dice la maldición “ojalá vivas tiempos interesantes”, algo que nos encontramos, sin duda, en «Yo soy mi propia mujer». Charlotte von Mahsldorf vivió tiempos interesantes y supo bregar con ellos de manera que su existencia, de 1928 a 2002 estuvo plagada tanto de incertidumbre como de muchas cosas que contar a pesar de haberse desarrollado casi exclusivamente en la ciudad de Berlín.
Nació en una familia con un padre maltratador que más tarde se afilió a los nazis, con lo que la simple existencia de Charlotte ya le proporcionaba la excusa para ejercer una violencia extrema tanto con ella como con su madre. Cuando comenzaron las persecuciones nazis, Charlotte se dedicó a trabajar con un anticuario y rescatar muebles clásicos alemanes de las casas de los judíos deportados, lo que más adelante le valdría una gran crítica que aún persiste.
Y después, en esos tiempos interesantes, su zona de Berlín quedó bajo el dominio de la RDA, con lo que la reestructuración del urbanismo comenzó a destruir toda la arquitectura y mobiliario que Charlotte amaba desde su más tierna infancia. Así que ni corta ni perezosa, haciendo lo que más le gustaba, que era limpiar y restaurar muebles y edificios, consiguió con un esfuerzo ímprobo, salvar de la quema el palacio de Mahlsdorf, de donde le viene el mote, y construir su propio museo de la Gründerzeit. Así reunió piezas y colecciones tan importantes como la del Mulackritze, un bar de 1920 que después pasó a ser un referente en el ambiente berlinés cuyo edificio fue demolido en 1963. Charlotte lo rescató llevándose todo el interior al palacio de Mahlsdorf.
En esta autobiografía nos encontramos con una vida que podría haber sido sencilla pero que pasó por las peores etapas que se pueden recordar en el siglo XX. Aunque tuvo la suerte de que los nazis no reconocieron su identidad de género y la dejaron relativamente en paz, los estragos de la guerra, la destrucción a su alrededor y sobre todo la pérdida de casi todos sus vecinos y la desaparición y robo de las posesiones de los judíos, fue algo que marcó muchísimo a la autora.
Opinión
Bien es cierto que en muchas ocasiones, leyendo el libro, se puede pensar que Charlotte peca bastante de superficial, puesto que, aunque no escatima esfuerzos en recordar a todos aquellos que fueron asesinados por la barbarie nazi, nos encontramos con una preocupación absoluta por los vertikows, relojes de pared y otros muebles que quería salvar a toda costa. No es mi trabajo criticar la vida de nadie, sin embargo, y he aprendido mucho leyendo su vida. La procesión va por dentro y, aunque pasa un poco de puntillas sobre el tema LGTB, que pensé que iba a ser más central en su obra, Charlotte von Mahsldorf es un referente de la lucha por los derechos LGTB en Alemania que, además, no se corta un pelo en contar muchas de sus experiencias en el ambiente de las distintas épocas.
No ha sido la epifanía que pensé que me iba a encontrar pero es un libro sencillo, muy fácil de leer y que aporta mucha información de un colectivo silenciado durante siglos. Charlotte era una mujer muy particular, con unos conocimientos sobre arte de la Gründerzeit extensísimos y una resiliencia y una capacidad de reconstrucción exterior e interior muy interesantes.
Creo que es un libro que hay que leer a pesar de que no va a ser el libro de vuestras vidas. Creo que la historia de esta mujer representa mucha de la historia del siglo XX en Europa que debe ser conocida y debe tener voz, la de la gente que sufrió humillaciones por ser como eran y que hoy día sigue luchando por sus derechos fundamentales en gran parte del mundo. Y, sin duda, aunque murió hace 21 años ya, la visita al museo de Mahlsdorf, construido con sus propias manos, debería ser una parada obligatoria a todos los que visiten Berlín.
*La fotografía es de: ADN-ZB/Rehfeld/3.3.77/Berlin.