El pasado mes de mayo Norma Editorial volvía a recuperar su distribución habitual y continuaba así con algunas de las novedades que tenía previstas para el mes de abril, como “Yona, princesa del amanecer 26”, de Mizuho Kusanagi.
Un tomo que arranca en pleno conflicto por lo que, si no estáis al día con el manga o no sabéis de qué va, os invito a leer nuestras anteriores reseñas para evitaros spoilers hasta el tomo 25.
Ahora sí, este volumen nos sitúa justo en plena lucha interna entre los miembros de la facción antiguerra del país de Xin y la heredera al trono, la princesa Koren. Mientras intenta escapar, Yona termina en medio de la refriega, y los cuatro dragones salvan su vida desplegando un nuevo y sorprendente poder que deja a todos los presentes anonadados.
Ya en el tomo 26, los seguidores de la facción antiguerra intentan capturar a los cuatro dragones, que han perdido el conocimiento, y asesinar a Koren, lo que desata una batalla todavía más cruenta entre la familia real y los miembros restantes de las Cinco Estrellas y los seguidores del corrupto sacerdote Gobi.
Por otra parte, Soo-Won y su ejército se presentan en las fronteras de Xin, dispuestos a negociar con la heredera o a derramar cuanta sangre sea necesaria para conquistar el país si esta no acude a la reunión.
Un ritmo trepidante
Por lo tanto, estamos ante un tomo que empieza con muchísima tensión, en medio de una batalla desesperada en la que el grupo de Yona y las princesas de Xin se juegan la vida, y en la que el líder de la facción antiguerra muestra su verdadera cara. Aquí comprenderemos por fin qué estaba ocurriendo realmente en el reino de Xin, y la mangaka provocará nuestra desesperación y nuestra rabia, e incluso tristeza, a medida que la trama avanza.
Descubriremos la determinación y la fuerza de la princesa Koren, así como nos reafirmaremos en la capacidad de Soo-Won como monarca de Koka.
En la segunda mitad del tomo, por su parte, y ya detenido el conflicto, el grupo de Yona abandona Xin y los lectores por fin podremos tomar un merecido respiro emocional. Al tiempo que los dragones se recuperan de sus heridas, la princesa descubre que no lo sabe todo sobre Hak, lo que da lugar a una desternillante y a la vez tierna escena en uno de los mejores cierres que ha tenido toda la serie y que no podría dejarnos con mayores ganas de seguir leyendo.
Además, “Yona, princesa del amanecer 26” supone el cierre del arco de Xin. ¿Qué aventuras les esperan a partir de ahora a Yona, Hak, Yoon y los dragones?
Personajes inolvidables
Mizuho Kusanagi sigue conquistándonos con cada nuevo personaje que nos presenta. Koren adquiere un gran protagonismo tanto en el pasado tomo como en la primera mitad de este, y tanto ella como la princesa Tao, Algira y Vold se quedan en el corazoncito del lector por su carisma. Cada uno conquista a su manera, ya sea a través del humor, la lealtad, la determinación o la valentía.
Resulta increíble cómo la mangaka es capaz de hacernos adorar a prácticamente cualquier personaje (blanco, negro o gris) que tenga un mínimo de relevancia en la trama, que se quede en nuestra memoria aunque no vuelva a aparecer en toda la serie. Y lo mismo ocurre con la monarquía de Xin, de la que por ahora hemos tenido que despedirnos.
Por otra parte, también tendremos nueva dosis de romance entre la pareja protagonista, tan intensa que nuestra fangirl interior se quedará chillando durante horas. En este tomo los dragones no aparecen en tantas escenas debido a su estado, pero igualmente su presencia se nota bastante equilibrada.
Al igual que equilibrada está el ritmo, que Mizuho Kusanagi maneja a la perfección llevando al lector desde la tensión más álgida, pasando por una calma cauta hasta llegar a un remanso de tranquilidad, drama y también humor, elementos que esta serie combina a la perfección.
Un estilo en constante evolución
En cuanto a las escenas más emocionales, los fondos pierden importancia y los rostros se aproximan al primer plano para mostrarnos toda la expresividad de los personajes y centrarnos únicamente en ellos, de modo que sus expresiones digan tanto o más que sus palabras.
Con su estilo único y tremendamente versátil, Mizuho Kusanagi logra también un equilibrio estilístico que redondea una obra prácticamente perfecta.