El pasado 9 de marzo durante el Japan Weekend de Barcelona salía a la venta el tercer volumen de “Yona, princesa del amanecer” (aka “Akatsuki no Yona”). La continuación de uno de los shojos más esperados por los fans, que Norma Editorial está promocionando con mimo: los dos primeros tomos salieron a mitad de precio para la primera edición, y este tercero viene con un posavasos magnético con la imagen de Yona.
Yona, princesa de Koka, que junto a su amigo Hak emprenderá una aventura que sacudirá los cimientos de su reino. Y el tercer tomo narra los primeros pasos de dicha aventura. Si no has leído los volúmenes 1 y 2 y no quieres que este artículo te los destripe, te aconsejo ir a la reseña previa, sin spoilers.
Tras marcharse de la capital del Clan del Viento para proteger a sus habitantes, Hak y Yona son emboscados en las montañas por los soldados del Clan del Fuego. Se desata una batalla donde Hak demuestra por qué lo llaman Bestia del Trueno, mientras Yona saca por primera vez los colmillos para salvar a su amigo.
Durante la lucha ambos se despeñan por un acantilado. Sus enemigos los dan por muertos, pero son rescatados por Yoon, un joven ermitaño que casualmente vive con el sacerdote Ik-Soo, a quien Yona estaba buscando. Es Ik-Soo quien, tras escuchar la voz de los dioses, le habla a la princesa de la leyenda de los cuatro dragones que en tiempos ancestrales protegieron al reino y la envía en su busca.
Así, Yona, Hak y Yoon, el nuevo compañero del grupo, iniciarán un largo viaje a través del reino hacia la aldea del Dragón Blanco. ¿Pero estará él dispuesto a escucharlos?
El tercer volumen de “Yona, princesa del amanecer” entra de lleno en la trama central del manga: la búsqueda de los cuatro dragones sagrados. Una trama que engancha por su equilibro del drama, el humor y el romance. Y es que el tira y afloja entre los dos protagonistas solo va en aumento, siendo sus momentos a solas de los más intensos del tomo. Por otro lado, Yona, que en los primeros capítulos solo se dejaba llevar de un lado a otro, empieza a reflexionar sobre su actitud y sus errores y muestra indicios de una determinación férrea capaz de hechizar tanto al lector como a quienes la rodean.
Además, el elenco de personajes se amplía, entrando en escena algunos de los más relevantes para el desarrollo de la trama, como son el mismo Yoon, Ik-Soo y el Dragón Blanco [mini spoiler] al cual adoraréis por su inocencia y por la relación que tiene con Hak [fin del mini spoiler].
Personajes en general llenos de carisma, muy bien construidos y creíbles, que evolucionan poco a poco y no se quedan la superficie sino que tienen varias capas de personalidad que se van intuyendo a través de pequeñas pinceladas.
El arte de Mizuho Kusanagi sigue el estilo del shojo clásico, con caras algo achatadas y ojos grandes. Es destacable su atención por los detalles como la ropa o algunos objetos, mientras que los fondos, salvo excepciones, pasan desapercibidos.
Como única queja, y aún a costa de sonar repetitiva, vuelve a fallarme la traducción por momentos, con alguna que otra frase que suena poco natural. Norma ha optado por traducir también los sufijos de cortesía, convirtiendo los -sama y -dono, por ejemplo, en “señor/señora”. Y es que a mí me pega tan poco que llamen a Hak señor… pero bueno. Tengo el oído acostumbrado al anime y supongo que tardaré en adaptarme.
Aún queda mucho manga por delante, pues “Akatsuki no Yona” cuenta con más de veinte tomos publicados en Japón, pero el inicio de esta aventura no podría ser más adictivo, y ya estoy deseando tener los siguientes volúmenes en mis manos. El cuarto ya se encuentra a la venta, junto con un posavasos magnético de Hak, y el quinto lo estará el próximo 12 de abril durante el Salón del Cómic de Barcelona.