Ya hace nueve meses que Norma Editorial arrancó con la publicación de Yona, princesa del amanecer, la obra cumbre de Mizuho Kusanagi y uno de los shojos más míticos de la historia del manga.
Una obra que narra el viaje iniciático de una princesa que, tras el asesinato de su padre, debe abandonar todo lo que ha conocido y aprender a sobrevivir por sí misma. Su determinación atraerá a un poderoso grupo de guerreros que la seguirán allá donde vaya.
Si todavía no conoces la historia, date una vuelta por la reseña de los primeros tomos, donde te cuento sin spoilers qué puedes esperar de este manga.
El tomo 7 nos arroja justo en medio de la batalla entre los piratas de Awa y el tiránico señor feudal de la ciudad, que ha secuestrado a las jóvenes lugareñas para venderlas como esclavas. Infiltrados dentro del barco, Yona y Yoon deben enfrentarse a sus limitaciones para lograr pedir ayuda a sus compañeros.
Es en esta batalla donde tiene lugar una de las escenas más potentes y épicas del manga, en la que Yona demuestra que su determinación y su fuerza brillan como el fuego más incandescente. Un fuego al que Jae-Ha no podrá resistirse.
Tras celebrar la victoria (que se torna un tanto amarga debido a un encuentro inesperado), el grupo abandona Awa solo para toparse de bruces con Zeno, un joven que dice ser el dragón amarillo. Con los cuatro dragones reunidos por fin, Yona debe decidir cuál será a partir de ahora su camino.
Pero también, después de mucho tiempo, volveremos a encontrarnos con Soo-Won (personaje odioso donde los haya), que llega a la capital del clan de la tierra para ganarse la confianza de su general.
Entre momentos más cómicos y ligeros (como cuando a Yoon le venden una escama de dragón blanco que funciona como elixir del amor), Yona y su grupo ponen fin a la primera etapa de su periplo.
Sus compañeros, por su parte, no son menos interesantes. Hak, tan socarrón como protector, continúa en su tira y afloja con la princesa, sin saber muy bien si quiere revelarle sus sentimientos o hacerle la puñeta; mientras, ella no se da cuenta de nada, lo que hace que su relación sea tan divertida como tierna.
La lealtad obsesiva de Ki-Ja, la timidez adorable de Shin-Ha, la sensatez agresiva de Yoon y la caballerosidad y el desparpajo de Jae-Ha funcionan muy bien a nivel individual, convirtiéndolos a todos en personajes muy atractivos. Pero lo más destacable del elenco de Yona, princesa del amanecer es su dinámica de equipo. Todos los personajes encajan tan bien juntos y sus interacciones son tan carismáticas que una no puede si no disfrutar de cada diálogo, de cada acción. Este manejo de las relaciones entre personajes denota una gran habilidad por parte de Mizuho Kusanagi, y para mí es lo mejor de su manga.
Y mira que es difícil escoger, porque la historia tiene todos los ingredientes: aventura, acción, romance, drama y comedia, mezclados en un equilibrio perfecto en el que no falta de nada, pero quieres más de todo. Además, teniendo en cuenta que el tomo 8 pone fin a la parte que se adaptó al anime, a partir de ahora lo que le suceda al grupo será una completa incógnita.
Quisiera destacar, por otra parte, la habilidad de la mangaka para transmitir emociones como la determinación de Yona, con escenas tan potentes que consiguieron emocionarme hasta las lágrimas. Kusanagi es una autora muy expresiva, que domina el movimiento y que sabe guiar el ojo hacia el detalle concreto. Su estilo es el clásico del shojo, elegante con predilección por los personajes frente a los fondos.
No me cansaré de repetirlo: Yona, princesa del amanecer es casi el shojo perfecto: tiene una trama interesante, unos personajes carismáticos y un apartado visual excelente. Es un manga que consigue transmitir y emocionar al lector, y con el que disfruto en cada tomo.
Aunque, si estás leyendo esto y ya has llegado al octavo volumen no hay nada nuevo que pueda contarte, ¿verdad?